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Antxon Bedia Madinabeitia | Arrasate

En memoria de Kepa Arizmendi, gudari y margolari

Se ha cumplido un año del fallecimiento de Kepa y, como nadie de su entorno, de la cultura y el arte, se digna a decir nada de esta tan especial persona (tal vez por ciertos temores apologéticos), yo siento la necesidad de recordar a este gudari-margolari...

Un fatídico lunes primaveral (8 de junio de 2009) el refugiado político vasco Kepa Arizmendi Bereau murió en Baiona a consecuencia de un derrame cerebral. En esos momentos portaba en sus brazos a su jabato Joanes, de un año.

Pero ¿quién era Kepa...? Nació en Txokoto, Elizondo, hace 50 años, y estuvo casi 20 años viviendo como un jabalí y pensando como un zorro en los montes de Euskal Herria, zafándose del punto de mira del cazador uniformado. Yo no voy a hablar de su militancia, de ello sabrá su colectivo. Yo lo conocí hace ya 30 años en la otra mili. (Ah, por cierto, espero que su colega Gatzatua se acuerde de los gloriosos días que compartió con él en los calabozos del C.I.R. nº13).

Su aspecto risueño y su media sonrisa nos hacían creer que era un despistado integral, pero cuando comenzaba a dialogar... veíamos que era un soñador de la utopía y del arte, un trovador fantástico de vivencias fogosas con un puntazo visionario, a la vez real y abstracto. Ésta era su «fuerza máter», que plasmaba en sus lienzos y vivencias. Aunque autodidacta, siempre se relacionó con los grandes pintores actuales del Baztan: Ana Marin, Apeztetxea, Sobrino, Begoña Darraty y Ricardo. Fundó, junto a otros intelectuales de la cultura y el arte, Ur-Taldea. Pero sin «padrinos», el arte es una pintura de brocha; sin embargo, sus obras hablan por sí solas. Kepa era honor y nobleza, nada te pedía y todo lo daba.

Espero que los baztaneses y toda Euskal Herria recuerden a este pequeño mito del Baztan y, como dijo su amatxi Kontxita cuando le entregaron sus cenizas, «¡por fin está en casa ...!».

Lo que más siento es no poder echar la revancha al mus (prostituido navarro, cuatro reyes) con su pareja, Peio, y mi pareja, la belga. Lo conocí pintando, amando y luchando, y murió amando, luchando y pintado.

¡Hasta siempre, dinosaurio! Tu amigo, el giputxi.

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