Mensaje envenenado desde Bruselas
Al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se le debieron subir todos los colores cuando el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, abrió ayer la cumbre de jefes de Estado con un rotundo «son las diez y media, y no hay crisis». Con esta frase, el dirigente belga pretendía enviar al mundo el mensaje de que Europa ha salido de la profunda recesión por la que ha transitado en los dos últimos años, a pesar de lo cual la reunión de los máximos mandatarios no se despegó ni un milímetro, precisamente, de las cuestiones relacionadas con la crisis.
La decisión más llamativa adoptada ayer en Bruselas fue la creación de una «tasa bancaria» que deberán pagar todas las entidades financieras de los 27 países de la Unión Europea, y cuyos ingresos recalarán en un fondo destinado a sufragar futuros rescates de bancos. Los líderes europeos tratan de vender este impuesto como la manera más eficaz de evitar que sean las arcas públicas las que paguen los aprietos de los mercados financieros, como han hecho en los últimos meses.
De esta manera, los líderes europeos lanzan un mensaje diseñado sobre dos pilares: la crisis ha pasado y ha dejado tras de sí una lección que hay que aprovechar para evitar caer en los mismos errores. Un mensaje envenenado porque ni la crisis ha pasado, ni se han abordado en profundidad las raíces que provocaron que la depresión haya sumido en la pobreza a millones de familias. De hecho, la creación del mencionado impuesto bancario parte del presupuesto de que la crisis se reproducirá en un futuro y, si acaso, trata de proteger débilmente a los erarios públicos de sus demoledores efectos. Los estados se defienden a sí mismos y a quienes se benefician de la fórmula capitalista de reparto injusto de la riqueza, mientras dejan a los pies de los caballos a la clase trabajadora, para la que sólo se prevén severos recortes sociales y reformas laborales que dejan a los trabajadores a un paso de la esclavitud.