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Fallece José Saramago, comprometido y crítico con la sociedad universal

El novelista portugués José Saramago falleció ayer en Lanzarote a los 87 años de edad, dejando tras de sí un extenso legado literario que se vio reconocido en 1998 con el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el único escritor lusoparlante de la historia en recibirlo.

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GARA | ARRECIFE

La muerte se produjo pasadas las 13.00 horas de ayer, cuando el escritor, de 87 años de edad, se encontraba en su residencia lanzaroteña, acompañado por su mujer y traductora, Pilar del Río. Al parecer, había pasado una noche tranquila. Tras haber desayunado con normalidad y haber mantenido una conversación con su compañera sentimental, comenzó a sentirse mal y al poco tiempo falleció, según explicó la agencia Efe citando fuentes familiares. El escritor padecía una leucemia crónica.

De origen humilde, Saramago se dedicó a la literatura porque no le gustaba el mundo donde le tocó vivir. Sus novelas encierran reflexiones sobre algunos de los principales problemas del ser humano; hacen pensar al lector, lo estremecen y conmueven.

Nacido el 16 de noviembre de 1922 en Azinhaga, una aldea de Ribatejo (Portugal), José de Souda es más conocido por el apodo de su familia paterna, Saramago, que el funcionario del Registro Civil añadió al inscribirlo. Cuando tenía dos años, su familia se trasladó a Lisboa, pero nunca rompió sus lazos con Azinhaga.

Aunque fue un brillante alumno, tuvo que abandonar la enseñanza secundaria al terminar el primer curso ante la falta de medios económicos de sus progenitores. Antes de dedicarse de lleno a la literatura y convertirse en uno de los mejores novelistas del siglo XX, Saramago trabajó en oficios como los de cerrajero, mecánico, editor y periodista. Fue director adjunto del «Dirio de Noticias» de Lisboa.

Sin embargo, su mayor ilusión era ser escritor. En 1947 publicó su primera novela, «Tierra del pecado». Por esa época, prendió en él la conciencia política que siempre le acompañó y que le llevó a afiliarse en 1969 al Partido Comunista Portugués.

Tras un largo silencio de casi veinte años, en los que estuvo sin publicar porque no tenía «nada que decir», Saramago se atrevió con la poesía entre 1966 y 1975, y publicó «Poemas posibles», «Probablemente alegría» y «El año de 1993».

En 1977 vio la luz la novela «Manual de pintura e caligrafía», a la que siguieron el libro de cuentos «Casi un objeto» (1978) y la obra teatral «La noche» (1979). En los años ochenta volvió al teatro con «¿Qué haré con este libro?» (1980), el relato «Alzado del suelo» (1980-Premio Ciudad de Lisboa) y el libro de viajes «Viaje a Portugal» (1981).

En esa misma década su prestigio se fue consolidando con títulos como «La balsa de piedra» (1986), llevada al cine por el director holandés Goerge Sluizer; la pieza teatral «La segunda vida de Francisco de Asís» (1987); e «Historia dee Cerco de Lisboa» (1989).

En 1991 publicó la novela «El Evangelio según Jesucristo», muy criticada por El Vaticano y objeto de un polémico veto en 1992, cuando se retiró de la lista de candidatas al Premio Literario Europeo, aunque esta obra recibió el Premio de la Asociación de Escritores de Portugal (1992).

Salida de Portugal

Los problemas que tuvo en Portugal lo llevaron en 1993 a trasladar su residencia al Estado español, concretamente a la isla canaria de Lanzarote, acompañado por su segunda mujer, Pilar del Río.

El año 1995 fue especial para él, con la obtención del Premio Camoens el conjunto de su obra y la publicación del «Ensayo sobre la ceguera», primera entrega de su trilogía sobre la identidad del individuo -llevada al cine por el director brasileño Fernando Mireilles-, que continuó con «Todos los hombre» (1998) y cerró con «Ensayo sobre la lucidez» (2000).

Sus méritos como novelista fueron reconocidos en 1998 con el Premio Nobel de Literatura, por haber creado una obra en la que «mediante parábolas sustentadas con imaginación, compasión e ironía, nos permite continuamente captar una realidad fugitiva».

En los últimos años, Saramago no dejó pasar demasiado tiempo entre novela y novela. Era consciente de su edad y, si tenía «aún algo para decir», lo mejor es que lo dijera «cuanto antes». Fruto de esa urgencia por contar fueron sus novelas «La caverna» (2000); «El hombre duplicado» (2002); «Las intermitencias de la muerte» (2005); «Las pequeñas memorias» (2006); «El viaje del Elefante» (2008); y «Caín» (2009), su última novela.

Crítico con la situación de su idioma -abogó por una reinvención del mismo-, pero firme en la necesidad de su preservación, las obras de Saramago contribuyeron a reforzar la presencia del portugués en el mundo, cuyos habitantes superan los 230 millones.

El futuro de la «Lengua de Camoes» -poeta del siglo XVI, considerado el padre de las letras lusas-, siempre inquietó al autor, quien lamentaba la degradación a la que estaba sometida. Su obsesión por cuidar el idioma se tradujo en la creación de obras que pasaron a pertenecer por derecho propio al acervo literario del resto de países luso parlantes. «Una lengua que no se defiende, muere», sostenía. En Europa y América su obra también se convirtió en una referncia, y ayudó a divulgar su Portugal natal e inspirar decenas de tesis doctorales.

«No haber estado»

A José Saramago, la muerte no le asustaba. Como reconoció durante la presentación de su último libro «Caín» (Alfaguara) el pasado mes de noviembre, «la muerte es, sencillamente, no haber estado». Saramago explicaba entonces, con motivo de la publicación de su novela, que él no escribía para agradar. «Escribo para desasosegar a mis lectores», decía.

Respecto a «Caín», señalaba que «tenemos derecho a preguntarnos, como el narrador del libro, qué diablos de Dios es éste que desprecia Caín». El texto, que arrasó en las librerías portuguesas, desató las críticas de la Iglesia y de partidos de extrema derecha. Y es que, en un tono sarcástico y con su habitual espíritu crítico, Saramago se burlaba de Adán y Eva y de sus descentientes, y aseguraga, entre otras cosas, que «Dios no es de fiar», porque pactó con Abraham, según cuentan las Escrituras, y no cumplió su trato. «Que uno no pueda fiarse de Dios, está escrtio en la Biblia», argumentaba.

Un libro ha quedado inacabado en el ordenador de José Saramago, una novela sobre el tráfico de armas que había titulado «Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas», un verso del gran poeta y dramaturgo luso Gil Vicente. Un trabajo que se le estaba resistiendo dando más quebraderos de cabeza que las anteriores.

«Antes, caíamos en el tópico de que la derecha era estúpida, hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda»

Los que lo conocían aseguran que José Saramago fue una persona de firmes convicciones, quien reconocía que él no tenía poder para cambiar el mundo, pero sí para decir que era necesario cambiarlo. Afiliado al Partido Comunista Portugués desde 1969, se declaró defensor de los movimientos de izquierdas. Sus viajes por los cinco continentes le sirvieron también para animar a los oyentes a reaccionar ante el mal funcionamiento del mundo, «a indignarse, a no quedarse en esa especie de inercia de rebaño» que caracteriza al hombre actual.

«Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos», aseguraba Saramago en 2007, en unas jornadas de la Fundación Santillana.

En ellas, sin embargo, quien fue militante comunista durante buena parte de su vida, criticó con dureza a la izquierda: «Antes, caíamos en el tópico de decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda», señalaba.

En innumerables ocasiones, el escritor luso había pedido un debate en profundidad sobre el sistema democrático, convencido como estaba de que el verdadero poder no reside en los gobiernos, sino en las multinacionales. «Hablar de democracia es una falacia», decía.

Saramago fue también una persona preocupada por la situación política vasca y en muchas ocasiones viajó a Euskal Herria para mostrarse a favor de una salida dialogada al conflicto vasco, en sintonía con los postulados del movimiento social Elkarri. De hecho, en 2006 llegó a ser miembro del comité asesor del centro por la paz Baketik, al igual que el ex director general de la Unesco, Mayor Zaragoza.

En junio del pasado año, sin embargo, Saramago fue noticia al arremeter contra el dramaturgo Alfonso Sastre, a quien llegó a acusar de «valedor de asesinos» por un artículo de opinión que escribió en este diario tras la muerte del policía Eduardo Puelles a manos de ETA.

En los últimos meses, y en torno a la polémica suscitada en el Estado español a causa de la persecución de los crímenes del franquismo, el escritor se convirtió en acérrimo defensor del juez Baltasar Garzón frente al proceso que abrió contra él el Tribunal Supremo. GARA

SU PATRIA, SU IDIOMA

Pese a ser censurado en Portugal, Saramago nunca se consideró peleado con su país, y más de una vez parafraseó a otro inmortal escritor luso, Fernando Pessoa, para afirmar que su verdadera patria era la lengua portuguesa.

SUS CENIZAS

La primera capilla ardiente se instaló ayer en la localidad lanzaroteña de Tías, desde donde el cuerpo del escritor fue trasladado a la capital portuguesa. Sus cenizas se depositarán en Azinhaga y junto al olivo de su casa de Lanzarote.

Bernardo Atxaga: «Idazle morala eta umoretsua zelako izan da hain irakurria»

Bernardo Atxagak gogoan du Jose Saramago ezagutu zuen eguna. Orain hogei bat urte izan zen Lisboan. «Bere emazte Pilar del Riok aurkeztu zuen `Obabakoak'en itzulpen portugesa. Bera izan zen aurkezlea eta nik, egia esan, ezagutzen nuen Saramagoren libururen bat, baina ez nekien Pilarrekin ezkonduta zegoenik». Entzunda bai baina pare-parean izanda ere ez zen ohartu bera zenik. «Aurkezpenean, gu mahaian eserita geundela, han zegoen lehenengo ilaran halako gizon dotore bat, oso tentea, bertan eserita. Nire aldamenean Portugaleko argitaletxeko arduraduna neukan eta hark esan zidan hura zela Portugaleko idazlerik handiena, eta horrelaxe ezagutu nuen», esan zuen.

Geroztik, oso harreman ona izan zutela azaldu zuen Atxagak, hogei urte luzetan mantendu zutena, nahiz eta «tarteka-marteka» ikusten zuten elkar. «Orain gutxi Zalduondora etorri ziren bisitan bera eta emaztea. Eta gogoratzen naiz, hemen, Zalduondoko plazan, nola gure auzo bat berekin egokitu zen eta harrituta gelditu zen erabat. Etxeraino joan eta liburu bat ekarri zuen sinatzeko». Saramago bera ere oroitzen zen Atxagarekin. «`Soinujolearen semea' atera nuenean Pilarrek eta berak liburuarekin lotutako objektu bat ekarri zidaten Kolonbiatik».

Bere etxeko ganbara zuen lantoki Saramagok. «Bere etxeko salan bazeukan halako ganbaratxo moduko bat, behetik ikusten zena, aterik gabekoa. Hormari begira, hantxe jartzen zen eta oso ekina zen», oroitu zuen. «Bidaia batetik etorri, beste bat egin behar eta, hala ere, tartean ganbaratxora igo eta idazteari ekiten zion eta hantxe ikusten nuen nik».

Azken urteetan hartutako idazle-moralaren lanaz ere mintzatu zen Atxaga. «Beti bere iritzia eman zuen arazo politikoen inguruan eta egia da batzuetan ez zuela oso ondo pasa izan. Israel salatu zuenean, Israelek arbuiatu egin zuen, gero, Berlusconiren jarrera salatu zuenean ere arazoak izan zituen hango argitaletxearekin, Berlusconik erositakoa baitzen».

«Horregatik izan da hain irakurria», gaineratu zuen, «alde batera, morala zelako eta, beste alde batera, umoretsua zelako». A. A.

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