Teherán ejecutó ayer a Abdulmalik Rigi, líder de Jundallah («los soldados de Dios»), casi cuatro meses después de ser detenido, según la versión oficial, en un vuelo de Dubai a Kirguistán que fue obligado a aterrizar en Bandar Abbas, al sur de Irán.

El líder de la insurgencia baluche en Irán, el enemigo público número uno del régimen, el «hombre más buscado», caía en una exitosa operación policial cuyos detalles no podían ser más oscuros. Algunas voces apuntaban a que el líder suní había sido interceptado en Kandahar (Afganistán) y, según la versión más extendida entre los baluches, que corroboraba el propio embajador pakistaní en Teherán, Abdulmalik Rigi había sido detenido en Pakistán y entregado a Irán por agentes paquistaníes.

Un tribunal revolucionario de Teherán dirigido por el juez Tohidi sentenció la pena capital contra Rigi al considerarle como «Muharib» (el que está en guerra contra Ala), «Mufsid Fil Ard» (corrupto en la tierra) y responsable de 79 casos de delincuencia con un saldo de 154 víctimas mortales entre militares y civiles. La agencia local de noticias Mehr informó de que el Poder Judicial y el Tribunal Supremo de la Justicia iraní habían aceptado que los tribunales revolucionarios de Teherán, en vez de las entidades judiciales de Sistan-Beluchistán, se encargaran del procesamiento de Rigi al considerar que «su caso era importante».