A la selección española no le queda otra que ganar a Honduras esta tarde (20.30 Tele5) si no quiere decir prácticamente adiós, no ya a su sueño de alcanzar el título, sino a la propia competición. Los hispanos se medirán a un rival a priori más débil como los catrachos, pero las historia nos enseña un precedente peligroso para los de Vicente Del Bosque.

En 1982, España se postulaba como una de las favoritas para ganar el Mundial. Era la anfitriona y los tres de los cuatro campeonatos precedentes habían sido obtenidos por el país organizador. Los primeros rivales para los españoles eran Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte, tres equipos aparentemente asequibles. El seleccionador José Emilio Santamaría había formado la convocatoria con la base de la Real Sociedad que había sido bicampeona de Liga. Futbolistas del Madrid, Barcelona y Valencia eran los acompañantes de los blanquiazules.

Prensa y afición habían desatado su particular y previa euforia. Los españoles llevaban tiempo preparando la cita, el año anterior realizaron una gira por Sudamérica, habían conseguido ser la segunda escuadra en la historia que vencía a Inglaterra en Wembley y llevaban mucho tiempo concentrados en El Saler antes de que el balón echase a rodar. Más de 25 años después, jugadores como Saura o Santillana reconocen que el tiempo de preparación «fue algo demasiado largo y duro», y que aquello conllevó que «se nos agarrotasen las piernas».

Se las prometían muy felices con su estreno ante Honduras, una de las cenicientas del torneo, el 16 de junio en Mestalla. La fiesta empezó a no ser tal. Para comenzar, los jugadores de la selección española fueron incapaces de formar en orden para escuchar el himno. En cualquier grabación de Youtube se puede observar cómo los jugadores estaban separados unos de otros con gran distancia, algunos varios pasos más atrás que otros. Con la pelota en juego, a los siete minutos Zelaya adelantó a los catrachos y puso el choque cuesta arriba a los españoles. Los nervios atenazaron a los de Santamaría y sólo un dudoso penalti permitió a Roberto López Ufarte empatar la contienda desde los once metros.

Después del empate a uno final, la prensa española rápidamente encontró culpables. Las críticas se centraron en el seleccionador y la excesiva presencia de futbolistas vascos en la convocatoria. Siendo las medias blancas de Luis Arconada, sin la bandera española, el fetiche. Junto al portero realista, Periko Alonso, Alexanko, Satrustegi, Zamora, López Ufarte, Santi Urkiaga y Pello Uralde fue la representación vasca en el torneo.

A varios de los hondureños en cambio, el partido les cambió la vida. El portero Arzú fichó por el Racing, el goleador Zelaya se fue al Depor, Costly al Málaga, Maradiaga al Tenerife, Betancourt al Estrasburgo y el macho Figueroa al Murcia. Gilberto, por su parte, ya jugaba en el Valladolid.

El campeonato continuó de forma mediocre para los españoles. En el segundo partido remontaron ante Yugoslavia con otro favor arbitral. Gudelj adelantó a los plavi, pero los españoles igualaron de forma inmediata tras una falta fuera del área sobre Periko Alonso que el colegiado señaló como penalti. López Ufarte, preso de la ansiedad, falló, pero el trencilla mandó repetir sin motivo. Juanito acabó metiendo el balón en la portería. En la segunda parte, Saura completó la voltereta.