GARA > Idatzia > Iritzia> Editoriala

Sempiterna crisis de la Unión Europea

En teoría, los problemas sociopolíticos que cada uno de los estados miembro de la Unión Europea puedan tener, tanto si son puntuales como sostenidos en el tiempo, son cuestiones particulares en las que la UE no debe inmiscuirse debido a la soberanía que retienen esos estados. Aun a sabiendas de que, falsas retóricas aparte, son los propios socios los que establecen y mantienen ésta y otras normas en base a su cuota de poder, aun cuando la crisis ha evidenciado que esa supuesta soberanía deja de regir en cuanto los problemas particulares de alguno de los socios afectan a la estabilidad o hacen peligrar los intereses de esos estados más poderosos, las estructuras de la UE mantienen este discurso hasta puntos ridículos.

Aparentemente a la UE le da igual que uno de sus estados fundadores esté socialmente dividido en dos, que sus dos comunidades nacionales estén de espaldas la una a la otra y que quienes en consecuencia apuestan por romper tan artificial federación hayan ganado las elecciones con un programa abiertamente independentista. Cualquier analista objetivo podría pensar que para una UE en abierta crisis política y económica no es positivo que Bruselas -en referencia a la capital belga, no a la europea- asuma ahora la Presidencia rotatoria, pero sus mandatarios lo niegan. En consecuencia, tampoco parece importarles que un dirigente amortizado como Ives Leterme, que ha anunciado que abandonará la política en cuanto se conforme el nuevo Gobierno belga, ejerza de presidente de turno de la UE. Más les preocupan las posibles quiebras económicas de alguno de sus socios, y por ello respiran al pensar que la Presidencia de turno española ha llegado a su fin. Desde esa perspectiva, ciertamente, la situación de Bélgica les parece un problema menor o, simplemente, menos apremiante.

Si esto es así, a la UE le da igual no ser más que un consorcio económico con escasa relevancia internacional en manos de un grupo de tecnócratas y banqueros. Un mercado y poco más. Ante una propuesta tan pobre debería ser posible articular una alternativa para los pueblos de Europa y sus ciudadanos. Ésa es la única opción de terminar con la sempiterna crisis europea.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo