Si alguien quería emoción, se equivocó de sitio. La última jornada no deparó la más mínima sorpresa en el Grupo G, que queda como estaba, con Brasil clasificada para octavos de final como líder y Portugal pegada a sus talones. De poco le sirvió a Costa de Marfil, orgullo al margen, cerrar su participación en el Mundial con una goleada porque su destino estaba sellado.

Y es que Brasil y Portugal, pese al intercambio de golpes -en el sentido más literal de la expresión- que protagonizaron por momentos, se mostraron encantados de conocerse. El empate dejaba el grupo como si nada hubiera pasado y los dos parecieron estar de acuerdo en no correr riesgos innecesarios. Más comprensible en otros casos, pero no tanto en éste, en el que sólo una carambola -además de su derrota, la goleada de Costa de Marfil tenía que haber sido de escándalo- apeaba a los lusos de la competición. Al menos, los dos entrenadores aprovecharon la tarde para probar recursos de cara a próximos compromisos.

Brasil, con menos aún que perder que los portugueses, se tomó la cita con más alegría de inicio. Ante un rival muy remolón, dio sus frutos con ocasiones que bien pudieron subir al marcador: Eduardo evitó que lo hiciera un remate de Nilmar, desviándolo al palo; y la mala puntería hico lo propio con un cabezazo de Luis Fabiano que se marchó fuera.

Para entonces, ya se había repartido leña en uno y otro lado. Tanta que, si no en puntos, el partido bien pudo haber pasado factura a los dos equipos en forma de expulsiones.

El descanso no le vino mal a Portugal, que quiso tomarse la revancha, o algo así, en la segunda parte. Por lo menos le dio para enlazar un par de ocasiones. La mejor, mediado el segundo tiempo, llegaba con una buena jugada de Cristiano Ronaldo, que por una vez se acordó de que sus compañeros existen; aunque tampoco sirvió de nada, porque el remate último de Meireles se encontró con la respuesta de Julio César.

Fue prácticamente el último chispazo de un partido que fue decayendo ante el malestar de buena parte de la grada, pero que cumplió con las expectativas de sus protagonistas.

Goleada infructuosa

Menos atractivo en nombre, pero bastante más animado sobre el campo estuvo el otro partido del grupo. Y es que Costa de Marfil creyó en el milagro que necesitaba, lo que le permitió marcharse del Mundial sumando su primer, y contundente, triunfo.

Tampoco se puede negar que Corea del Norte se lo puso fácil. Pagando todavía las consecuencias anímicas de la humillación sufrida ante Portugal, el combinado asiático no fue rival para los elefantes, que pusieron cerco a la portería de Ry Myong-Guk desde el pitido inicial. La recompensa tampoco tardaba demasiado, porque antes del cuarto de hora, Yaya Touré ya celebraba el 1-0, al aprovechar un servicio de Boka.

Dos minutos después pudo ampliar la renta Romaric, con un disparo que se fue al palo. El delantero del Sevilla no tardó en resarcirse y, casi de inmediato, aprovechaba otro rechace del palo -en este caso a disparo de Drogba- para marcar.

El guión se mantuvo hasta el final del primer tiempo. Y también después del descanso, aunque el ritmo fue decayendo y, lo que era peor para Costa de Marfil, el tiempo pasaba sin que llegasen más goles, ni en el Mbombela, ni en el Mabhida Stadium. Y aún así, con todo decidido, tuvieron arrestos para seguir atacando y cerrar el choque con otro par de goles, aunque sólo uno de ellos subió al marcador.

Honrilla salvada hasta cierto punto para un equipo que prometía mucho y que ha acabado dejando a Ghana como la única selección africana que disputará los octavos de final.