Sonia González y Oihan Ostolaza Secretaria de Comunicación y secretario de Políticas de Empleo de LAB
Una huelga general contra las medidas y por otro modelo
Aquellos que renegaban de lo público, las entidades financieras, se sostienen en pie gracias a las subvenciones públicas y ahora muerden la mano de quien les da de comer apostando como en un casino a que los estados no podrán pagar su deuda. La crisis económica a escala global (tal y como exige el sistema capitalista globalizado) va acentuando cada vez más la crisis social inherente al mismo. El poder político no es más que un títere del poder económico, un muñeco supeditado a los designios de los mercados, un instrumento que pretende saciar un hambre insaciable, a la vez que intenta controlar la población que se supone debe alimentar con su trabajo al monstruo.
Tras unos años en que se nos contentaba con las migajas que quedaban en el mantel y por las que se suponía debíamos estar felices, ahora nos preparan para aceptar aquello como una dádiva puntual que ya ha tocado a su fin.
Entonces... ¿esto era lo que querían decir con «refundación del capitalismo»? Efectivamente. Era seguir acumulando riqueza sin ningún cambio en el diseño económico, reducción de los presupuestos en materia social, deterioro de los servicios públicos, copagos y privatizaciones, subidas de impuestos como el IVA, reforma de las pensiones, reducción de las prestaciones sociales... es decir, recortes en cualquier derecho al que puedan tener acceso trabajadoras, trabajadores y clases populares y medidas para que subvencionemos cada vez más sus gastos. Todo en beneficio de unos pocos que, por supuesto, resultan cada vez más ricos.
Cuando se habla de crisis, de tener que apretarnos todos el cinturón, de planes de austeridad, siempre repetimos que la clase trabajadora ya estaba en crisis anteriormente y que ahora lo que están haciendo es acrecentarla a marchas forzadas. Y cuando dicen «todos» una parte queda excluida de facto de esta «necesidad»: queda excluida la banca a la que se «rescata» con millones de euros que pagamos a fondo perdido; queda excluida la patronal a la que se premia con bonificaciones fiscales y con una reforma laboral hecha a su medida; quedan excluidos quienes más tienen, que cada vez deben pagar menos a las arcas comunes; queda excluido el club de los millonarios (en euros) que, además, durante 2009 -¡en plena crisis!- aumentó un 12,5%.
La clase empresarial, loada por los políticos y alabada como garantes de nuestro bienestar y creadores de empleo y, por lo tanto, de riqueza, ya está aprovechando las nuevas oportunidades que se le abren en el horizonte. Hemos oído a Sanz, a López, a Zapatero, proclamar sin vergüenza que el interés general pasa por satisfacer los intereses particulares de las clases privilegiadas, ya que son las únicas capaces de invertir y, por tanto, mejor tranquilizarlas para que no escapen a otras latitudes. Toman sus medidas, sus reformas, como la última reforma laboral, y pronto tendremos el resultado, que sí será crear más riqueza, aunque tan sólo para sus bolsillos y los de sus accionistas. Quizá, con el tiempo, creen empleo, aunque después de destruir el actual y sustituirlo por uno mucho más precario y sin derechos.
Pero esta reforma laboral va mucho más allá de recortes en nuestros derechos laborales. Se otorgan plenos poderes a la patronal para contratar, despedir y organizar las relaciones laborales con apoyo de subvenciones públicas. Es el capital el que tiene a su servicio las políticas que aplican tanto gobiernos estatales como gobiernillos autonómicos, supeditados doblemente. Las leyes también se hacen a medida de sus intereses. Y a la clase trabajadora nos queda la acción sindical y la negociación colectiva para defender nuestros derechos e intentar mejorar nuestras condiciones de vida y de trabajo. Pues bien, esto también es lo que pretenden neutralizar mediante esta reforma, dar poder absoluto a la patronal y capacidad de decidir unilateralmente.
Esperan que la clase trabajadora sea buena y formal y se porte como lo que todos ellos desean: meros espectadores al albur de sus dictados. Pero la clase trabajadora de Euskal Herria no puede quedarse, y no va a hacerlo, a la espera de que pongan en marcha toda su maquinaria para la ofensiva final. La clase trabajadora de Euskal Herria va a responder mañana, así como ha estado respondiendo, en la calle y en las empresas, desde que decidieron que íbamos a pagar sus platos rotos. Somos más, muchas y muchos más, y tienen que sentir la fuerza de la mayoría social y sindical vasca.
La clase trabajadora de Euskal Herria va a salir mañana a la calle, no sólo para responder a estas agresiones, sino para reivindicar que sí hay alternativa, que las cosas se pueden hacer de otra manera y que, de hecho, se deben hacer de otra manera. Vamos a reivindicar que su modelo económico y social no nos sirve para nada, que no lo queremos, que nosotras y nosotros, la mayoría social trabajadora, queremos un modelo basado en el reparto justo de la riqueza, en el reparto del trabajo productivo y reproductivo, en la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres.
Queremos que cambien las políticas que nos han traído aquí y que la economía se ponga al servicio de las personas y no al contrario. Una alternativa que se base en la participación de la clase trabajadora en las decisiones que le afectan directamente y deje de ser un sistema en el que una única parte es la que decide. También tienen que aclarar los partidos políticos de este país si van a aceptar las imposiciones de Madrid o van a adoptar compromisos en defensa de los intereses de la clase trabajadora vasca.
Pero, para poder cambiar de modelo, antes de nada es necesario poder cambiar de políticas y para ello se hace indispensable cambiar el marco actual, pensado única y exclusivamente con el fin de evitar cualquier cambio. Para un cambio social es imprescindible un cambio político. Necesitamos un marco jurídico que nos permita decidir en Euskal Herria las políticas económicas, laborales y sociales necesarias para defender nuestros derechos. Por la decisión de la clase trabajadora de Euskal Herria pasa cualquier alternativa a favor de las trabajadoras y trabajadores, ya que, mientras sean unos pocos quienes deciden en alegre comparsita a kilómetros a aquí, van a ser los intereses de esos pocos los únicos que se van cuidar. Seguirán mandando los mercados, el Gobierno de Madrid obedeciendo y los Gobiernos de Gasteiz e Iruñea acatando con sumisión.