Raimundo Fitero
Fuera de juego
El Vaticano llama profanación a una investigación policial que anda detrás de los abusos sexuales cometidos en Bruselas por esos señores con sotana que se han convertido en una pesadilla, en un foco de neurosis, en una secta criminal. La policia sigue sus pesquisas, necesita saber si en unas tumbas hay algunas pruebas según fundadas sospechas. Simplemente abre un agujero para introducir una mini cámara de vídeo, pero la Curia se pone farruca y les acusa de profanación. Eso es lo único que les preocupa: sus manías paranoicas y no la violencia constante, premeditada, consentida que ejercían sus curas sobre niños y niñas.
Gran premio de Fórmula 1 en Valencia, y entre los miles de minutos que deben rellenar las cadenas, se nos enseñó algo que produce sonrojo: se asegura que miles de policías, muy especializados, cuidan de la seguridad de ese acto privado, en territorio público, por lo que esos gastos extras, ¿quién los paga? Todo queda muy bonito, se sabe que este premio es parte del entramado de corrupción del ensordecido caso Gürtel, que estaba el yernísimo de Aznar de negocios con Briattore, pero, si son necesarios tantos esfuerzos para cuadrar el presupuesto y el déficit, ¿no resulta una contradicción que se dediquen tantos esfuerzos policiales pare este espectáculo de ruido y caucho quemado?
Porque justamente en el debate de la tragedia del apeadero de Castelldefels interviene una coletilla expandida: la falta de seguridad en ese momento en esa estación, aunque se asegura que se había previsto, ¡qué casualidad!, para media hora después. Se debe señalar que de los cadáveres identificados la mayoría son latinoamericanos, por lo que el comunicado del embajador ecuatoriano solicitando un poco de tacto en las declaraciones, está más que justificado. Seguramente fue un acto de imprudencia colectiva, pero alguna causa coadyuvante existirá, como es el cierre de una pasarela, mala señalización o la falta, precisamente de servicio de seguridad. Y aquí viene la gorda: algunos dicen que este comunicado es fruto de una especie de «racismo al revés» y los inmigrantes odian a los nativos. Esto sí es estar fuera de juego.