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Juan Mari Arregi Periodista

Díez Alegría, otro amigo de los vascos

Ha muerto en Madrid a los 99 años el teólogo José María Díez Alegría. Un amigo, otro amigo, de los vascos que, durante el franquismo, colaboró intensa y desinteresadamente con este pueblo.

Hermano de dos generales militares del Ejército franquista, él siempre fue un hombre abierto, dialogante, crítico y luchador tanto contra el régimen franquista como con la Iglesia oficial. Tan crítico con la Iglesia que le costó su separación de la Congregación de los Jesuitas de la que formó parte. Tras ser «expulsado» de la Orden se instaló en un barrio popular de Vallecas, en el Pozo del Tío Raimundo, donde acompañó hasta su muerte al famoso Padre Llanos.

Por haber sido testigo privilegiado de algunas de sus actuaciones a favor de nuestro pueblo, recordaré aquí solamente dos hechos en los que estuvo involucrado.

En la década de los sesenta, José María Díez Alegría fue uno de los enlaces que en Roma tuvimos los componentes de una delegación de los entonces sacerdotes que ocupamos el Seminario de Derio en 1968 y que nos trasladamos hasta allí para entregar a Pablo VI un documento para denunciar la represión del «Pueblo Trabajador Vasco» y reclamar una Iglesia pobre y libre, la participación popular en la elección de los obispos, así como una Conferencia Episcopal Nacional Vasca que agrupara a los obispados de Hego e Ipar Euskal Herria.

Posteriormente, con motivo del histórico Proceso de Burgos en la década de los setenta, Díez Alegría nos abrió distintas puertas en Roma a una delegación de familiares de los procesados que quisieron entrevistarse con el Papa. Él nos ayudó a entablar contactos con la prensa internacional. Él nos puso en contacto con el poeta malagueño exilado Rafael Alberti, perteneciente al PCE, a través del cual contactamos con sindicatos y partidos políticos italianos que luego se movilizarían a favor de los procesados vascos.

Finalmente, Díez Alegría consiguió que el entonces general de los Jesuitas, el vasco Padre Arrupe, recibiera en su sede romana a la delegación de los familiares... lo que no se atrevió a hacer el Papa por presiones de Franco aunque, eso sí, les hiciera llegar a cada familiar un rosario que fue rechazado unánimemente. La visita de la delegación vasca al Padre Arrupe sirvió para que éste, pocos días después, se entrevistara con el dictador Franco en Madrid y le hiciera entrega de un documento en el que se recogían las torturas sufridas por cada uno de los procesados que posteriormente, algunos de ellos, serían condenados a muerte, si bien la pena les fue conmutada.

Sin la ayuda personal y directa de Díez Alegría nada de lo que aquí se cuenta habría sido posible hacerse. Por todo ello, José María, muchas gracias. ¡Y descansa ya!

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