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Arrigorriaga inaugura un original cementerio abierto al esparcimiento

La inauguración llega con unos cuantos meses de retraso respecto a su apertura, pero sus inquilinos no tienen ninguna prisa. Sí quienes quieren hacerles compañía paseando entre sus árboles y jardines. Hablamos del singular cementerio de Arrigorriaga, mitad camposanto, mitad parque.

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Joseba VIVANCO

Perdonen que no me levante», reza el falso epitafio que la leyenda atribuye a la tumba sobre la que se sigue riendo el genial Groucho Marx. «Nací a una temprana edad», arranca su autobiografía. Muerte y vida; vida y muerte. Ambas cosas se entremezclan en el nuevo cementerio de la localidad de Arrigorriaga, convertido en un parque urbano más, donde muertos y vivos disertarán desde ahora sobre lo divino y lo terrenal. «No es un cementerio al uso. Es un lugar por el que pasear, a la vez que recordamos a nuestros seres queridos, sea cual sea la religión que profesemos», explicaban ayer desde el Consistorio vizcaino.

En 1920, el antiguo cementerio de Arrigorriaga se transformó en una sala de cine. Hoy, el que le sustituyó también ha pasado a mejor vida. Lo hizo el día de Todos los Santos del año pasado, cuando se inauguró la nueva y moderna necrópolis, «única en el mundo» por sus características, se enorgullecen desde el Ayuntamiento. Pero ayer, este lugar de reposo y paseo en que se han convertido las 2,6 hectáreas de las campas de Landaederraga, hizo su puesta de largo con sus jardines y arbolados debidamente dispuestos para recibir a los visitantes, vivos o muertos.

«El aprovechamiento de sinergias entre distintos servicios como son un área de esparcimiento y un cementerio, que cohabitan en el mismo espacio, es una de las potencialidades del nuevo cementerio», subrayó Alberto Ruiz de Azua, alcalde de la localidad, antes de cortar la cinta que daba por inauguradas las nuevas instalaciones.

Las palabras del máximo edil se constatan con la conservación de hasta 150 de árboles autóctonos, muchos de ellos robles, que acumulan más de cien años de existencia. El parque suma la repoblación de cincuenta ejemplares de distintas especies también autóctonas que han sido cultivadas en viveros de propiedad municipal, como son olmos péndula colocados en la entrada del camposanto, o hayas y arbustos que completan los robledales existentes en las calles de los enterramientos. A todos ellos se suma la plantación de tres mil nuevos arbustos. Lo dicho, un auténtico jardín-bosque que, eso sí, disimula la parte más funeraria.

La nueva necrópolis tiene dos zonas diferenciadas: la de los enterramientos o tumbas, y la de los nichos. El primer sector alberga más de 160 espacios preparados bajo tierra, donde los restos permanecerán por un espacio máximo de cinco años. El segundo, el de los nichos, está destinado a alojar los restos una vez expirado el período de estancia en las tumbas. Esta zona está protegida por una serie de cristaleras que tienen la característica de que los colores van variando en función de la intensidad de la luz.

Un «servicio igualitario»

Sentencia un anónimo que con el dinero se puede comprar un lugar en el cementerio, pero no un lugar en el cielo. Pues aquí ni eso. No hay ni decoraciones ni mausoleos. Aquí no hay ni ricos ni pobres. Ni siquiera distinciones por razones religiosas.

A su particular concepción urbanística y de gestión de los enterramientos, el Ayuntamiento ofrecerá un servicio igualitario y aconfesional. Para transmitir esa «percepción de unidad», no se permitirán señales religiosas ni ornamentos que no sean los ofrecidos por el propio Consistorio. La colocación de flores o inscripciones en tumbas y urnas estará permitida, pero atendiendo siempre al «sentido común y a una normativa municipal que concretará todos estos detalles», se subraya. El único conato religioso será su orientación hacia el este, como mandan las creencias musulmanas.

El ornamento que preside todo el camposanto es una estela funeraria de Vicente Larrea, con un mensaje que representa unas manos entrelazadas por las que transita un hilo de agua, «que asemeja al lento y frágil discurrir de la vida», según su autor, y que «seguro atrae la mirada de los curiosos», aventuró ayer el alcalde.

A partir de ahora, siguiendo la tradición de camposantos europeos a los que la gente va a pasear y conversar sentada en un banco, los vecinos de Arrigorriaga cuentan con esta nueva zona de esparcimiento. En su caso, aquello que decían Les Luthiers de que lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse, en esta localidad tiene ya menos sentido. Además del clásico «descanse en paz», aquí se puede leer también: «Pasee en paz».

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