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Deriva inquisitorial, aleccionadora e inútil

La psicosis represiva se ha apoderado del Estado español, como demuestra la nueva reforma de la ley electoral que impulsan PSOE y PP con la que dicen que pretenden evitar que Batasuna o ETA -depende del portavoz- «se cuele en las instituciones». Los cambios se enmarcan en una deriva inquisitorial, en la que se llega al extremo de que cualquier electo puede verse obligado a demostrar su inocencia personal, en un «auto de fe» sin las más mínimas garantías procesales, en lugar de que un juez demuestre su culpabilidad individual. La simple acusación (ilegalización de una formación) basta para que la persona elegida por sus conciudadanos deba hacer, decir o callar (se penalizan «hechos, omisiones o manifestaciones») lo que PSOE y PP consideren oportuno, so pena de ser destituido de su cargo.

Los propios impulsores de la reforma admiten que la misma obedece a una intencionalidad particular y con un objetivo muy concreto: la izquierda abertzale o, más en general, el independentismo vasco. La confesión resulta aleccionadora. Por un lado porque demuestra que se trata de una ley ad hoc, lo que supone una vulneración indisimulada de los más elementales principios del Derecho. Y, sobre todo, porque refleja el temor que en el nacionalismo español provoca la posibilidad de que el independentismo vasco pueda competir electoralmente en igualdad de condiciones. Puro miedo a la democracia.

En cualquier caso, los intentos de Alfredo Pérez Rubalcaba de ofrecer «mensajes de firmeza» y el interés del PP de no perder las poltronas con las que ya habían hecho sus cuentas de la lechera para después de las elecciones municipales y forales, son absolutamente inútiles. La izquierda abertzale ya tomó la línea estratégica que decidieron sus bases y el independentismo avanza hoy como un movimiento aglutinador que tendrá su expresión o expresiones electorales. El Gobierno español y la derecha franquista tendrán que hacer algo más que esto si pretenden levantar una muralla que evite que la ciudadanía independentista exprese sus convicciones en la calle y también en las urnas.

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