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¿Para qué ir a la ópera pudiendo acudir al cine?

Las retransmisiones de ópera en los cines, una iniciativa surgida hace tres años y que muy pocos pensaban que funcionaría, ha acabado por cosechar un gran éxito de público y cada vez son más las salas que se apuntan. Esta tarde la temporada se cierra con «La Dama de Picas» de Tchaikovsky, en directo desde el Liceu de Barcelona.

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Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

A pesar de lo que muchos puedan pensar, la ópera no es un arte en declive. Al contrario, desde hace algo más de una década el género está viviendo una época dorada de público y, hasta en tiempos de crisis como los actuales, coliseos como el Royal Opera House de Londres están alcanzando ocupaciones medias de más del noventa por ciento de su aforo. Por desgracia, la alta demanda no ha conseguido bajar los precios de las entradas. Una ópera es un espectáculo muy caro, en el que participan cientos de personas entre cantantes, orquesta, coro, ballet, maquilladores, regidores, personal administrativo, acomodadores y un largo etcétera, además de los altos costes de producción de las escenografías y el vestuario. Es por eso que la ópera sigue siendo territorio de un público elitista y de edad elevada, pues son pocos los jóvenes que pueden permitirse el desembolso que supone una buena entrada para la ópera -y en las de precio reducido, a veces, ni siquiera se ve el escenario-. Ya sea en Milán, Berlín o Barcelona, estas realidades hace tiempo que vienen preocupando a los directores de casas de ópera, que querrían vender más entradas y obtener más recaudación cuando el teatro está físicamente lleno, además de atraer a un público joven que asegure el futuro del negocio.

La solución a estos problemas creyó encontrarla el director del Metropolitan Opera House de Nueva York, Peter Gelb, en el 2006. La estrategia era sencilla: si en los últimos veinte años las salas de cine se han venido equipando con sistemas de imagen y sonido de última generación, capaces de ofrecer video y música con una claridad cristalina, ¿por qué no ponerlas al servicio de un espectáculo tan exigente como es la ópera? Además, con la tecnología digital ya ni siquiera era necesario enviar enormes rollos de celuloide cruzando el mundo, sino que se podían retransmitir en directo. Muchos se mostraron escépticos ante esta conquista de los cines por parte de la ópera, pero Gelb parecía tenerlo claro: «Creo que estoy haciendo exactamente lo que el Met me ha encargado que haga -afirmó por aquél entonces-, que es tender puentes a un público más amplio. Esto no va de rebajar el Met, va de hacerlo más accesible».

Gelb puso en marcha el ambicioso proyecto de retransmitir seis óperas, en directo y en alta definición, a cines de todo el mundo a un precio de 15 euros por entrada. Arrancó el 30 de diciembre del 2006 con una representación de «La Flauta Mágica» de Mozart, y pronto se demostró que la apuesta de Gelb había sido ganadora. Aquellas seis retransmisiones pioneras atrajeron a una audiencia de 325.000 espectadores en siete países, un resultado realmente bueno. Pero, en la pasada temporada, este número ascendió a los dos millones de espectadores en cines de todo el mundo, aproximadamente el doble del aforo total de todas las representaciones del Metropolitan juntas. «Tomamos un riesgo calculado pensando que tendría el éxito suficiente para justificar los gastos de producir estos espectáculos en alta definición», reconoció Gelb. «Anticipamos un cierto éxito popular, pero nunca pudimos imaginarnos lo popular que llegaría a ser».

El mejor asiento del teatro

Cualquiera que haya acudido a una de estas representaciones de ópera sabe bien cuál es su principal atractivo: por quince euros, uno se compra el mejor asiento del teatro. Las retransmisiones en HD son, en la mayoría de los casos, de tan alta calidad que uno siente como si realmente estuviera allí. En los cines Príncipe, los únicos que retransmiten ópera en Donostia, un público entusiasmado que ocupaba dos salas aplaudió y ovacionó la «Carmen» de Bizet con la misma pasión que el selecto público que estaba en la Scala de Milán con motivo de la inauguración de su temporada, allá por el mes de diciembre. Y el fenómeno se ha ido repitiendo por todo el mundo y en casi todas las representaciones.

Además del precio y el realismo, ver ópera en el cine tiene aun unos cuantos valores añadidos, como explica Rupert Christiansen, crítico de ópera del rotativo londinense Telegraph: «La calidad de imagen y sonido es de un equilibrio y claridad soberbios. Hay una atmósfera más informal y cómoda, una etiqueta que acepta las palomitas, menos riesgos de una visibilidad reducida, primeros planos de las estrellas en sus momentos estelares, incursiones en los camerinos y pequeñas entrevistas a los protagonistas en los descansos. Estoy convencido de que estas proyecciones han venido para quedarse: representan una genuina y valiosa expansión del acceso del público a la ópera».

Muchas casas de ópera en todo el mundo se han apuntado a la iniciativa que puso en marcha el Metropolitan y este año las retransmisiones son ya más de treinta, procedentes de teatros tan importantes como la Scala de Milán, el Festival de Glyndebourne o el Liceu de Barcelona -esta misma tarde el coliseo catalán emitirá una representación de «La dama de picas» de Tchaikovsky-. También ha llegado el ballet, con espectáculos procedentes del Bolshoi y del Royal Ballet. Pero uno de los teatros que más en serio se ha tomado la difusión de la ópera ha sido el londinense Covent Garden, que actualmente emite sus representaciones en pantallas gigantes en pueblos de toda Gran Bretaña, en HD a cines de todo el mundo y ha comprado Opus Arte, una de las principales editoriales de ópera en DVD. Tony Hall, director ejecutivo de la casa, explica el porqué: «Sospecho que en el futuro nos encontraremos con muchas personas que nos conocieron a través del cine, de retransmisiones, de páginas web o de vídeo a la carta. Es enormemente valioso que puedas inspirar una nueva pasión en alguien».

SESIÓN PIONERA

Las primeras retransmisiones de una ópera en el cine, que acaecieron el 30 de diciembre de 2006, con «La Flauta Mágica» de Mozart como protagonista, atrajeron a una audiencia de 325.000 espectadores en siete países.

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