En el último día de su segunda visita a Irak en lo que va de año, Joe Biden «recibió» separadamente al dirigente kurdo y presidente iraquí, Jalal Talabani, y a Ammar al-Hakim, líder de la chií Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (Asrii), uno de los partidos ineludibles para la formación del próximo ejecutivo iraquí.

Cuatro meses después de las elecciones legislativas, el Irak ocupado sigue sin poder nombrar primer ministro y formar nuevo gobierno.

Un bloqueo preocupante para Washington, que mira con preocupación el calendario y teme que llegue el primero de setiembre, fecha prometida para la retirada de sus tropas de combate, y persista la grave crisis política, que convive con un escenario de seguridad cada vez más inestable. A modo de ejemplo, la resistencia iraquí lanzó una salva de morteros a última hora del domingo sobre la Zona Verde, un entorno extremadamente vigilado en el centro de la capital iraquí, y que alberga, entre otras, la Embajada de EEUU.

Coincidiendo con ese ataque, el vicepresidente estadounidenses se reunió con los dos hombres cuyas ambiciones están en el trasfondo de la crisis actual, el chií «laico» Iyad Alawi, apoyado por parte del electorado sunní, y el primer ministro saliente, el chií confeso Nuri al-Maliki, cuyas listas quedaron respectivamente primera y segunda en las elecciones legislativas del pasado mes de marzo.

«Yo no vengo a dar lecciones a nadie, pero el concepto de dejar en segundo término los intereses personales es fundamental para el éxito de toda nación», declaró Biden durante una recepción con ocasión de la fiesta de la Independencia de EEUU, el 4 de Julio. El número dos del Imperio que mantiene desde 2003 el país ocupado no dudó en exigir, «en mi humilde opinión», que «cada una de vuestras comunidades sea representada de forma proporcional en el nuevo gobierno».

Reforzada por su triunfo -bien que ajustado- en los comicios, la lista del Bloque Iraquí de Allawi reclama su derecho de formar gobierno. Pero la Alianza del Estado de Derecho de Al-Maliki pretende reeditar ahora la mayoría con el apoyo de las otras formaciones chiíes y de la lista unitaria kurda.

No obstante, los potenciales socios chiíes, que le llevaron al poder en 2006, no olvidan que Al-Maliki les desairó presentándose esta vez en solitario y recelan de su autoritarismo, que forzó a los ministros alineados con el líder chií antiocupación Moqtada al-Sadr a abandonar el gobierno en 2007. Al-Sadr ha exhortado estos días tanto a Allawi como a Al-Maliki a no dejarse influir por Washington y ha sacado a sus seguidores a la calle para exigir el fin de la ocupación. Biden no se ha entrevistado con portavoces de este movimiento.