En La 2 se emiten unos bloques de programación que viene de un proyecto abortado que se llamó Canal Cultura, que como tantas otras cosas ha ido desmontando ese error histórico que es la actual ministra del ramo. Ese canal fue promocionado por Ferrán Adriá, que lo supo utilizar perfectamente para subir su presencia mediática, es decir una estupenda maniobra de mercadotecnia para el cocinero. Se quiere decir con lo anteriormente escrito que los mensajes que lanzó en primera instancia eran confusos, pero que al no tener un desarrollo estructural, se ha convertido en un archivo para rellenar tarde de domingo de la cadena que tiene todos los números para convertirse en una nada, en un fantasma, en un espacio de la nostalgia porque no tiene programación renovada, no saben qué hacer con ella, los recortes son tan ostensibles que da pudor, y los resultados en Sofres, por lógica, van siendo cada vez peores. Es decir, más que un futuro incierto parece estar ante una demolición controlada.

La tarde del domingo se pasó una entrevista con Emilio Lledó, el filósofo, que además, y a lo mejor no es pura coincidencia, formó parte de un comité de sabios que elaboró un informe para dotar al ente público estatal de unas guías por las que emprender una reconversión, asunto tan loable como inútil, porque en paralelo llegaron los ajustes de personal, los despidos masivos, las jubilaciones anticipadas, que decían se inspiraban en lo emanado por los sabios, y resultó ser una simple operación empresarial del más puro estilo capitalista salvaje, pero amparada en la titularidad público. Un galimatías más.

Bien, Emilio Lledó produce más titulares, inspira más humanismo, divierte con su clara posición intelectual que diez días de programación de todas las generalistas en su conjunto. Filosofar en el sentido más amplio del término, la manera de entender qué hace el ser humano en la tierra, su relación con sus semejantes y con la naturaleza, las dudas que activan el pensamiento. O sea, entrevistas de este rango deberían formar un campo abonado para la justificación de la televisión pública y bien promocionadas, serían, rentables socialmente.