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Iñaki Urdanibia Sarasola Doctor en filosofía y crítico literario

En recuerdo de Miren Eraso

Miren, querida: Qué pronto te fuiste; qué desgraciada sorpresa me supuso... como a tantos otros, lo sé. Cuando me enteré ya era tarde para pedirte que no murieses como en los versos de César Vallejo, el ruego era vano de todas todas pero es que encima ya te habías ido. El mismo día en que manteníamos un encuentro en Arteleku no recuerdo -es igual- si sobre un libro de George Perec o de Julien Gracq (dentro del ciclo «Entre la esperanza y la desesperanza»), casualidades de la vida, fue el día en que dejaste de respirar este mundo.

Te diré antes de nada que es de bien nacidos ser agradecidos, yo por cierto nací en Herrera. Si no estuve presente en el homenaje de Gladys Enea el pasado sábado es debido a que no quiero encontrarme con algún caníbal -mejor alguna- que seguro que, habiendo sido amiga tuya, andará por ahí... culpables sin culpabilidad, de los que habla Zygmunt Bauman, personajes que hacen dudar acerca de qué es más perniciosa, la estulticia o la maldad; la eterna aporía de qué es peor, tratar con tontos o con malos... Pero bueno, dejémoslo ahí que tú ya me entiendes y no es cosa de agobiarnos. El caso es que entre unos (los gestores) y otros (los gestores-supuestos compañeros) me han arrojado a la práctica del «derecho a la pereza»... tampoco está tan mal el resultado ¿eh? Ya decía tu admirado Kasimir Malevich que «la pereza es el fin esencia del ser humano».

Si ya en vivo y en directo te mostré, en cada encuentro, mi agradecimiento por haberme prestado tu confianza -hace falta valor- para organizar tertulias librescas en Arteleku, para escribir reseñas e informaciones sobre actos allá celebrados en el «Zehar» (sobre Antonio Negri, Daniel Blanchard, Gilles Deleuze, Paul Lafargue, Giorgio Agamben, o Slavoj Zizek), o abrirme las puertas a la colaboración con alguna revista catalana de arte... ahora quisiera hacer público tal agradecimiento para que los demás lo sepan, ahora que la tertulia parece funcionar con renovados asistentes y energías, en ese escenario cuyo estatus parece tambalearse en la medida en que los políticos se tambalean en su huera y cambiante verborrea interesada. Cuando oigo la palabra cultura, sacan... la billetera.

No me extenderé para no caer precisamente en adornos gratuitos y en discursos grandilocuentes y -como tales- huecos. Sólo quiero decirte, Miren, gracias por haberte conocido. Eskerrik asko!

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