Todo listo. La faja y el pañuelo limpicos y bien planchados. La camiseta blanca, impoluta. Los pantalones blancos, menos impolutos porque acusan la huella de pasados salpicones del aguachirri que cubre los suelos de bares y calles, único elemento de la fiesta que permanece inalterable desde aquellos sanfermines que fueron y ya no son. Todo preparado. No falta casi nada. Lo único, los sanfermines. Pero igual no es cuestión de ponerse terca y contentarse con lo que hay. Lo que hay también se llama sanfermines. No le han cambiado el nombre. De hecho, creo que es lo único que no le han cambiado. El resto sigue igual pero al revés. El alma de la fiesta no ha desaparecido. Simplemente ahora la regenta Yolanda Barcina. Nuestras fiestas ya no son populares, pero son Internacionales. Claro que lo internacional tiene aquí una acepción bastante especial. Significa más o menos abrirle la puerta al de fuera y cerrársela al de casa. Aunque por abrirle, pueden abrirle, o cuando menos intentarlo, la de la Audiencia Nacional. También significa que ya no hay choznas, pero tenemos abiertos, para la ocasión, cientos de locales en los que proveernos, a doblón, de botellones, garrafas y bokatas de chorizo. Y que no hay espacios alternativos, pero podremos ver a Los del Rio. Un puro éxtasis de España cañí cuando canten «La Macarena». Significa, en fin, tratar de que año tras año, mordisco a mordisco, de lo que fueron estas fiestas solo queden jirones. Pero es 6 de julio y me visto de blanco. Por el mismo motivo por el que las peñas han vestido sus pancartas de negro. Porque en estas fiestas hay un sitio que es nuestro y no nos lo van a quitar. Gora Iruñea, Gora San Fermin!