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La dosis

Está claro que todo es cuestión de dosis. Lo bueno y lo malo, y en la televisión, lo que sucede con demasiada frecuencia es que los programadores se confunden de dosis. El fútbol, con este Mundial que camina hacia su traca final como asunto inmediato, no sabe medir bien la dosis, y si aquí traemos con frecuencia los números realmente espectaculares logrados en la retransmisión de los partidos de mayor interés popular, no es menos cierto que también tiene unos bajones de audiencias cuando se trata de partidos con equipos menores, que en unas semanas o meses vamos a asistir a una suerte de depresión general, con los adictos sin su dosis, pero a la vez, con los clubes buscando recursos para poder mantener su nivel de competitividad televisiva, cuando los operadores están a la greña, se denuncian en los tribunales, y todo porque no está claro de dónde van a salir los millones adelantados, si nadie paga por ver partidos. Un dilema.

Pero donde la dosis parece asfixiante es en el asunto del corazón, donde se dan síntomas de una patología social con rango de alerta médica, la cantidad de horas dedicadas por algunas cadenas, y unos programas muy concretos a hablar de los mismos asuntos de una manera abusiva, tanto en su cantidad, como en la ruptura de todas las contenciones de educación, elegancia, o no sé cómo llamarle, cuando día sí y día también aparecen hablando, criticando, despellejando a la Pantoja y todo cuanto le rodea y al esperpento más desquiciado, la crecida Belén Esteban y toda su larga nómina de afectados, especialmente la familia Janeiro por ambas partes.

Es aquí donde al mirar los resultados de Sofres se pueden sufrir desmayos, porque sí, existen porque dan dinero, para ellos, para las agencias, para los tertulianos, para las cadenas. Con unas sinergias tremendas en cuanto la relación de los programas nodrizas con otros a los que sirven materiales variados, algunas revistas que se encuentran en las baldas de los kioskos, que crean una adicción, a mi entender, de la misma entidad en cuanto a su efecto alienante que el fútbol, aunque sin ninguna posibilidad de épica, simplemente con chismorreos y maledicencias. La dosis

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