En un país cada vez más y más lejano
«Shrek, felices para siempre»
El cuento del ogro verde se ha alargado demasiado, por lo que esta cuarta entrega se anuncia como la última de la millonaria franquicia animada de DreamWorks, tras ser vapuleada por la crítica norteamericana.
M. INSAUSTI | DONOSTIA
El verde de «Shrek» debe de ser tan adictivo como lo son para los niños pequeños los dibujos de «Bob Esponja», sin que los adultos puedan encontrar una explicación racional a este tipo de fijaciones. A pesar de que solamente la primera entrega de «Shrek» era divertida, las siguientes películas han seguido contando con un público fiel, al que no le ha importado que la misma fórmula de gags humorísticos que juegan con las situaciones anacrónicas y canciones pop de la lista de éxitos se fuera repitiendo de forma previsible y cansina. La saga ha sido masivamente aceptada como una actualización de los cuentos infantiles tradicionales, trastocados a partir de la figura de un ogro que ya no da miedo.
El problema en DreamWorks es que ya no saben qué hacer con ese ogro y, a falta de ideas, los guionistas de «Shrek, felices para siempre» han optado por retornar al origen de la saga, que es lo que se hace cuando ya no hay manera de avanzar en el relato. En la segunda y tercera parte a Shrek le habían metido de lleno en la vida de padre de familia pero, si el personaje sienta definitivamente la cabeza, es más difícil buscarle nuevas aventuras. Por eso han pensado en el estudio que había que volver a empezar otra vez, y así empujan al protagonista a un pacto mefistofélico con el malvado Rumpelstiltskin para poder viajar al pasado. Se supone que la gracia reside en que, una vez recuperado su antiguo estatus, Shrek se encuentra con que todo cuanto conoció ha sido alterado.
El ogro verde dejará paso al hasta ahora secundario Gato con Botas, que tendrá su propia franquicia, debido a que el acento andaluz de Antonio Banderas les hace mucha gracia a los norteamericanos.