San Fermín 2010
Bares populares: un recurso tras la prohibición de UPN de las txosnas
Las txosnas desaparecieron de San Fermín en 2002, después de que UPN prohibiera su instalación. Durante los años posteriores, el veto se extendió a la carpa de Gora Iruñea! Desde entonces, los bares gestionados por los colectivos populares se han convertido en una alternativa, aunque reducida y en un espacio cerrado, que trata de mantener ese espíritu de fiestas participativas, igualitarias y euskaldunes que no encuentra acomodo en el programa oficial.
Alberto PRADILLA
Han pasado ocho años desde que la alcaldesa de Iruñea, Yolanda Barcina, prohibiese las txosnas en San Fermín. Pero lo que el equipo de gobierno de UPN no logró fue acabar con los espacios festivos impulsados por el movimiento popular. Como cantaba Chenoa, «cuando tú vas, yo vengo». Así que peñas y colectivos de la capital de Euskal Herria apostaron por bares autogestionados para extender «un modelo de fiestas participativas, igualitarias y euskaldunes», tal y como señala una de las trabajadoras del comedor de la Peña El Bronce, a cargo de Bai Euskal Herriari.
Aunque éste no es el único local gestionado por los colectivos populares, que también han puesto en marcha el bar Jarauta, a cargo de Gora Iruñea!; la Bodegika, compartida por el movimiento feminista y Euskal Herriak Bere Eskola; el Depor, de Euskal Herrian Euskaraz; y el Pamplonica, en manos de los colectivos de Alde Zaharra.
«No es la alternativa a las txosnas, ya que los bares son espacios más reducidos y cerrados, pero se han convertido en una referencia para la gente que quiera conocer la esencia de las fiestas de Iruñea», asegura. Estos bares tratan de ofrecer un espacio alternativo al programa oficial que cree que un concierto de Los del Río es la mejor oferta para la capital de Euskal Herria.
Acabar con el modelo de fiestas popular y participativo era el principal objetivo de la prohibición de las txosnas, pero no el único. El veto a las anteriormente conocidas como barracas políticas también buscaba ahogar económicamente a muchos de los colectivos de Iruñea, que con la recaudación sanferminera obtenían los recursos suficientes para mantener su labor durante todo el año. Por eso, la opción de los bares ha permitido aliviar el bolsillo de unos colectivos acostumbrados a la escasez que provoca la tradicional racanería de UPN hacia el movimiento popular. No obstante, «el objetivo económico no es el prioritario», señalan desde El Bronce. Una opinión compartida por los trabajadores del Jarauta, que recuerdan que el local se puso en marcha «tras la prohibición por parte de UPN del espacio solicitado por Gora Iruñea!».
Al igual que las txosnas, los bares gestionados por los colectivos populares se sustentan en el trabajo volutario de decenas de personas. «Empezamos a montar una semana antes del txupinazo», explica un miembro de Gora Iruñea!, que aclara que las exigencias de un bar obliga también a contar con cinco trabajadores. ¿El principal problema? Lo que nunca debería de ocurrir. Esa amnesia que sobreviene a ciertos turnos a la hora de hacer barra y que obligan a los que sí que que cumplen a permanecer en sesiones maratonianas.
Durante los últimos ocho años, la lista de bares de colectivos ha sido extensa. Como el Baiona, puesto en marcha en 2002 por los jóvenes independentistas y cuyas precarias instalaciones provocaron accidentes como el que terminó con una joven rodando por las escaleras para aterrizar boca arriba como Gregorio Samsa, el protagonista de «La Metamorfosis», de Kafka. O el revival de nueve días causado por la apertura para San Fermín de la mítica Aitzina Taberna.
Este año, la calle Jarauta (donde se ubican el Bronce, bar Jarauta, Pamplonica y Depor) y Aldapa (la Bodegika) son las referencias festivas para el movimiento popular.
Durante los últimos ocho años, agentes de la Policía Municipal y la Policía española han identificado a trabajadores de estos establecimientos y han llegado a lanzar gases lacrimógenos en su interior.
Los bares populares conforman una oferta diversa que va desde el comedor de El Bronce hasta la «sauna» del bar Jarauta, reconvertido en la principal referencia festiva.
«El objetivo, más allá de los ingresos económicos, es dotar de un espacio a las reivindicaciones que son vetadas por el Ayuntamiento», señala una de las trabajadoras del comedor de El Bronce.
Los primeros bares gestionados por colectivos aparecieron en 2002, cuando Yolanda Barcina prohibió la instalación de las txosnas.