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Ácida crítica camuflada al óleo en fantasía mágica y colorista

Zarautz acoge, hasta el próximo 12 de setiembre, la primera de las tres exposiciones que mostrará parte de la obra de Fernando Beorlegui. La colección está compuesta, en su mayoría, de pinturas ácidas e impactantes, donde la observación inicial empuja inevitablemente a la reflexión posterior. La mágica iconografía del pintor visitará más adelante Eibar y Lizarra.
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Oihane LARRETXEA | ZARAUTZ

Los cuadros de Fernando Beorlegui (Campanas, 1928-2008) derrochan color e imaginación, pero sobre todo información. Aunque es una información codificada, subliminal. Una información que a pesar de estar a la vista y parecer evidente, hay que buscar en el fondo para dar con el mensaje. La casa de kultura zarauztarra Sanz Enea inauguró ayer la exposición «Fernando Beorlegui: pinceladas ácidas del pensamiento», donde se han recolectado más de cuarenta obras que actualmente pertenecen a colecciones privadas, y que el artista navarro creó a lo largo de su carrera.

La localidad costera, sin embargo, no será la única en acoger esta muestra itinerante, ya que el 17 de setiembre se instalará en la sala Portalea de Eibar, y en diciembre llegará a Lizarra, al Museo de Gustavo de Maeztu, dos localidades que marcaron distintas etapas de su vida, tal y como explicó la comisaria de la exposición, María José Aranzasti. Además, al mismo tiempo que la muestra cambie de destino, los cuadros harán otro tanto: en cada nuevo municipio se incorporarán obras que hagan referencia al pueblo terminando por mostrar una amplia colección.

En lo que respecta a la muestra actual, destaca la variada iconografía que Beorlegui empleaba con el fin de lanzar un mensaje, una denuncia, en su mayoría sobre la sociedad actual. Como ejemplo, la aparente dulce imagen de «Las Meninas en Zarautz», del 2002, donde sus vestidos recuerdan a los toldos que invaden la playa guipuzcoana. «Este cuadro es una crítica a la monarquía, y mi aita se valió del símil para hacer la comparación de algo que es inútil y está instrumentalizado», detalló Mikel Beorlegui, hijo del artista, quien aseguró que el trabajo artístico de su aita es «indefinible»: «Ha tenido una evolución tan intensa que es muy difícil clasificarla. Por eso se le ha considerado desde surrealista hasta realista clásico. Pero lo que sí está claro es que sus obras están llenas de símbolos que hablan sobre realidades como la miseria, el poder, o diferentes estados de ánimo». Para transmitir todo eso de las paredes cuelgan imágenes sorprendentes, como la que muestra «Carnaval», de 1992, donde la Muerte sonríe macabramente mientras sirve copas de vino. En un primer vistazo el espectador puede no percatarse, pero en las faldas de la Muerte se alza la Iglesia. Las interpretaciones han de ser libres, tal y como pidió Mikel: «Antes de explicar nada, mi aita prefería que se creara la comunicación entre el espectador y el cuadro, y que cada cual hiciera su lectura personal».

La muestra estará abierta todos los días de 18.30 a 20.30 hasta el próximo 12 de setiembre.

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