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Reivindicación Nacional en Catalunya

La mayor manifestación soberanista de la historia colapsa Barcelona

A pesar que se le van a dar distintas lecturas, la manifestación que ayer colapsó el centro de Barcelona tuvo un marcado tono independentista. La sentencia del Tribunal Constitucional había enojado a la población, y los detalles que se conocieron el viernes sentaron como un ataque en lo más profundo de la supervivencia y cohesión de la nación catalana. Catalanas y catalanes salieron en masa para recordar que son una nación y para afirmar que ellas y ellos deciden.

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Laia ALTARRIBA | BARCELONA

No hubo sorpresas, pero sí mucha emoción. Como ya se preveía, cientos de miles de personas colapsaron ayer el centro de Barcelona. Un millón y medio según los organizadores. La emoción fue constatar que la nación catalana está viva y que no va a permitir que decidan por ella.

Para muchos también fue emocionante constatar que ha sido la manifestación independentista más grande que se ha vivido nunca en la ciudad de Barcelona. Pues a pesar de las muchas banderas catalanas que hubo a lo largo de la marcha, y a pesar de los intentos esta semana del PSC y otros que rebajar el tono de la protesta, las banderas y consignas independentistas tuvieron el protagonismo de la marcha.

La comparación de la manifestación de ayer con la histórica del año 1977 fue inevitable. Quienes han podido vivir las dos aseguran que han sido las más grandes que ha visto Barcelona. Incluso con más gente que la que llenó la ciudad en 2003 contra la guerra de Irak. Pero la comparación entre la manifestación de 1977 y la actual, a pesar que las dos defendían la nación catalana, han tenido un signo muy distinto: si la de la transición pedía un estatuto de autonomía, la de ayer para muchos estaba cerrando el ciclo autonómico.

Este cambio lo ilustraba perfectamente la pancarta que un manifestante había confeccionado en su casa: había cogido el cartel que representó las reivindicaciones de 1977 y que rezaba «Volem l'Estatut» (queremos el Estatut), y le había borrado las dos últimas letras, dejando simplemente «Volem l'Estat» (queremos el Estado).

«Que escuchen nuestra voz»

En el punto donde concluía la marcha, Muriel Casals, la presidenta de Òmnium Cultural, la organización impulsora, se dirigió a los cientos de miles de manifestantes: «Hoy aquí hay sensibilidades de todo tipo, pero están todas unidas en la defensa de nuestra dignidad, de la voluntad del pueblo de Catalunya expresada a través de referéndum. No aceptamos el golpe de puerta que significa la sentencia del Tribunal Constitucional». Eran unas palabras escogidas para tratar de satisfacer al amplio abanico de manifestantes.

Y consciente que en la mente de muchos está lo que va a suceder en el futuro, la misma Muriel Casals abordó la pregunta, esta vez con un poco más de intención en la respuesta: «Mucha gente nos pide que después de la manifestación, ¿qué? Pues después de la manifestación seguir trabajando como lo sabemos hacer y que nuestros políticos escuchen nuestra voz; nos tendrán a su lado si hacen lo que el país les pide. Saben que nosotros somos más importantes que la voz de un tribunal que está completamente desautorizado».

Estocada en lo más profundo

Desde que se hizo público que el Tribunal Constitucional había recortado el Estatut d'Autonomia aprobado en referéndum en junio de 2006, la respuesta de la población, entidades y políticos catalanes fue de enojo. Pero cuando este viernes se conoció el texto íntegro de la sentencia, la indignación se ahondó. Para muchos, uno de los pilares que ha vertebrado desde la transición la nación catalana y ha permitido que siguiera viva ha sido la escolarización en catalán para toda la población en Catalunya, la llamada «inmersión lingüística».

Cuando se supo que el Tribunal Constitucional había decidido que también el castellano puede ser lengua vehicular en las escuelas el desconcierto se apoderó de muchos. ¿Para qué asestar un golpe tan duro? Así que eran muchos los manifestantes que ayer no entendían que el Tribunal haya podido llegar tan lejos.

«En defensa del Estatut»

El president de la Generalitat de Catalunya, José Montilla, y su partido, el PSC, han reiterado en distintas ocasiones durante esta semana que la manifestación de ayer era «en defensa del Estatut». Pero les va a ser muy difícil de sostener el discurso y ocultar la marea independentista que ayer llenó las calles para expresar que ya no cree que el sistema autonómico sirva para respetar al pueblo catalán .

Montilla dijo que a pesar que no compartía la sentencia, la iba a acatar. Pero los detalles que se conocieron el viernes van a complicar el acatamiento mucho más de lo previsto. ¿Va a aceptar la Generalitat poner fin a la política lingüística en las escuelas si hay padres o partidos que la recurren con la sentencia del TC en la mano? Parece difícil. Incluso sectores del Partido Popular en Catalunya han evitado enfrentarse abiertamente a una escolarización en catalán que tiene el consenso de la mayor parte de la población y que se entiende que la base de la cohesión social en el país.

«Un antes y un después»

Los líderes de CiU, Artur Mas y Josep-Antoni Duran Lleida, coincidieron con el sentimiento general que había en la manifestación que la sentencia del Tribunal marcará «un antes y un después». A Artur Mas las banderas independentistas no le debían molestar demasiado, pues algunos de sus militantes acostumbran a usarlas y le gusta mantener un lenguaje ambiguo en relación a la independencia de Catalunya. Pero a Duran Lleida posiblemente le incomodaron más, puesto que alertó hace pocos días que la manifestación podía terminar convirtiéndose en un «akelarre independentista».

Quien lideró durante largos años CiU y estuvo al frente de la Generalitat, Jordi Pujol, también estaba en la marcha. Y aportó como acostumbra una valoración que no le comprometía: «Con la manifestación de hoy hemos expresado que queremos ser catalanes, y que queremos serlo con plenitud».

Quienes se sentían mucho más cómodos, lógicamente, eran quienes hace tiempo se posicionan abiertamente independentistas. Es el caso de ERC, cuyo presidente, Joan Puigcercós, afirmaba satisfecho que la sentencia supone «el fin del sistema autonómico porque se ha visto que no sirve».

Lo que espera su partido es que el fallo del tribunal no genere lamentos por el entierro del Estatut, sino que se empiece a andar para una transición hacia a la independencia.

También la izquierda independentista estaba en la marcha para asegurar que «ningún Estatut nos hará libres». En unas pegatinas que repartieron a miles de ciudadanos, la CUP subrayó que ha llegado el momento de «tirar recto hacia la independencia».

Y no faltaron tampoco los de Reagrupament, la organización encabezada por Joan Carretero que se escindió de ERC y que espera presentarse a las autonómicas con Joan Laporta, el reciente presidente del Barça, como cabeza de lista.

También estuvieron los de ICV y las grandes centrales sindicales, CCOO y UGT. A pesar que ninguno de ellos se posiciona a favor de la independencia, marcharon junto a la «esteladas», conscientes que el desencanto con el federalismo o el autonomismo cada vez es más hondo, también entre sus militantes.

La cabecera desbordada

Esta semana el debate sobre la manifestación lo ha centrado en buena medida la pancarta que debía abrir la movilización. La negativa de Montilla a sostener el lema propuesto por Òmnium disgustó a buena parte de catalanas y catalanes. Pero ayer perdió buena parte de su sentido, pues fue muy difícil visibilizar la imagen ordenada que se pretendía dar con los seis presidentes y expresidentes de la Generalitat y el Parlament de Catalunya llevando una senyera. Es más, cuando ya pasaban cerca de dos horas del inicio de la marcha, y sin que siquiera hubieran podido avanzar unos metros, se deshizo la cabecera, pues los cientos de miles de personas que los habían ido adelantando por los laterales les impedía avanzar. Lo que no pudieron evitar los agentes de seguridad es que un grupo de personas aprovecharan el momento para insultar a Montilla y tratar de agredirle.

Cuatro horas después del inicio de la convocatoria, la cola de la manifestación aún no había llegado al fin de la marcha. A lo largo de todo el recorrido, las calles contiguas al paseo de Gracia y a la Gran Vía (por donde debía discurrir la marcha) se fueron llenando por los que estaban cansados de esperar para empezar a andar, hasta que estas también se hicieron difíciles de transitar y se fueron llenando las de más allá. No parece pues exagerada la cifra de manifestantes que dio la Guardia Urbana (un millón y cien mil personas) ni la de Òmnium (un millón y medio de personas).

Cierre de un curso político

La manifestación de ayer supone el cierre de un curso político en el que el llamado soberanismo ha marcado en gran medida la agenda política catalana. Empezó el 13 de setiembre en Arenys de Munt con un improvisado (por no formar parte de la estrategia política nacional de ninguna organización) referéndum sobre la independencia. Y la ola ha ido creciendo. Este movimiento de ciudadanos que ha ido en aumento al lado de los partidos catalanistas se ha sentido a lo largo de curso ninguneado en distintas ocasiones por un Tribunal Constitucional que muchos consideran que se ha reído de la población catalana. Y esto lo ha hecho ganar aún más apoyos por parte de la población.

El verano va a apaciguar los ánimos por unas semanas. Pero parece inevitable que el curso que viene se retome caliente. Especialmente por dos factores. Por un lado, la Generalitat y el Parlament van a tener que decidir como gestionar el fallo sobre el Estatut, y tendrán la presión de los que ayer expresaron que no quieren imposiciones de Madrid. Por otro lado, las elecciones autonómicas de noviembre harán subir el tono de las declaraciones de los partidos políticos.

Pero no avancemos acontecimientos. Por ahora queda el sentimiento de satisfacción de todos los que expresaron ayer en las calles de Barcelona que el pueblo catalán es una nación, que tiene el derecho a decidir y que está harto de ser pisoteado. Seguro que muchas y muchas de los que ayer marcharon suscribirían las palabras del cantautor Lluís Llach, que se exclamaba: «Estoy harto que letras que hice hace más de treinta años aún estén vigentes».

ómnium

Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural, colectivo convocante de la manifestación de ayer, envió un mensaje a la clase política catalana y, en esa línea, aseguró que «los políticos nos tendrán a su lado si hacen lo que el país les pide».

Representación vasca en las calles de Barcelona

Miren Legorburu y Tasio Erkizia, por parte de la izquierda abertzale, los jeltzales Iñigo Urkullu y Josu Erkoreka, el coordinador general de Aralar, Patxi Zabaleta, Xabier Soto (Alternatiba) y Eneko Oregi, en nombre de la formación Hamaikabat fueron, entre otros, los representantes de la clase política vasca. GARA

CIFRAS

Los organizadores estimaron en un millon y medio las personas que secundaron la movilización de ayer. Sin embargo, las cifras de la Guardia Urbana señalaron que un millón cien mil catalanes y catalanas llenaron las calles de Barcelona.

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