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Quince años de MP3, quince años de revolución para la música

El 14 de julio de 1995, el ingeniero alemán Karlheinz Brandenburg decidió bautizar los archivos de audio comprimido que tenía en su ordenador con la extensión .mp3. Lo que no sabía era que su invento iba a desestabilizar completamente la industria discográfica y revolucionar los hábitos de consumo de música de las nuevas generaciones .
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Mikel CHAMIZO

Aunque muchos jóvenes creen que el MP3 es «algo que siempre ha estado ahí», el formato de audio que ha revolucionado la difusión de la música y convulsionado la todopoderosa industria discográfica acaba de cumplir quince años. Fue el 4 de julio de 1995 cuando la extensión .mp3 se empleaba por primera vez como distintiva de un formato de audio comprimido cuyo origen, no obstante, se remonta otros diez años atrás en el tiempo. La tecnología del MP3 fue desarrollada en Alemania por Brandenburg, Popp y Grill, tres científicos del instituto tecnológico Fraunhofer IIS de Ilemenau, que buscaban un formato de audio comprimido que mantuviese una alta calidad sonora. El gran inconveniente del audio digital es que ocupa muchísimo espacio. Una canción de 4 minutos y medio con calidad CD se convierte en un monstruo de casi 50 megas al ser transformada en archivo digital. Con las modernas conexiones a internet y los discos duros actuales, esos 50 megas pueden parecer una nimiedad, pero hay que rememorar cuál era la capacidad de almacenamiento de los ordenadores y la velocidad de internet hace 15 o 20 años para entender por qué la compresión de datos era una necesidad imperiosa.

Antes del MP3, la mayoría de archivos de audio que se encontraban por la red sonaban muy mal, pues los internautas necesitaba reducir su calidad (el bit-rate) para poder distribuirlos de una manera efectiva. El MP3, sin embargo, dio con una solución mucho más inteligente: ¿para qué reducir espacio rebajando la calidad del sonido, cuando podemos hacerlo eliminando las frecuencias que el oído humano no percibe? El MP3 se deshace de las frecuencias extremadamente graves o agudas que no podemos oír, pero conserva casi todo en el rango de frecuencias al que nuestro oído es más sensible. Borra muchísima información, sí, pero no nos damos cuenta. A un perro aficionado a la música la degradación de sonido que genera el MP3 le parecería inaceptable, pero a nosotros nos suena prácticamente igual que el original.

Gracias a este sistema de compresión basado en principios de sico-acústica, fruto de diez años de desarrollo (las primeras patentes datan de 1986), a mediados de los 90 los internautas se encontraron con que podían distribuir música con gran calidad en archivos doce y hasta quince veces más pequeños que antes. La canción de 4 minutos y medio y casi 50 megas, que necesitaba varias horas para viajar por el ciberespacio, se había convertido en un archivo .mp3 de 4 megas y medio que podía ser descargada en diez o veinte minutos. Fraunhofer lanzó el primer codificador de archivos MP3 antes incluso de que el formato tuviera un nombre definitivo, en 1994, pero el software era de pago y en aquellos momento eran pocos los usuarios que poseían máquinas capaces de manejar el proceso con solvencia. Pero la informática avanza muy rápido, y en el 98, con ordenadores ya mucho más potentes, sucedió algo vital para la universalización del MP3: un grupo de piratas informáticos llamado Radium publicó una versión pirateada del codec profesional de Fraunhofer, que dio la vuelta al mundo por internet en pocos días. Una gran parte de la comunidad internauta comenzó a convertir su música privada a archivos MP3, pero... ¿cómo hacer para compartirla?

En mayo de 1999, un estudiante universitario de 19 años llamado Shawn Fanning presentó en la web un servicio gratuito de intercambio de archivos MP3 llamado Napster. Este sistema permitía a los usuarios conectarse entre sí y formar un gigantesco depósito de MP3 en el que todos podían buscar cualquier tipo de música disponible y bajarla a su disco duro. El sistema se denominaba Peer To Peer (colega a colega), ya que permitía que la máquina de un usuario se conectase con la de cualquier otro sin intermediarios. Napster se hizo inmensamente popular en cuestión de meses, y fue el verdadero inicio de la revolución que ha sufrido el mundo de la música en la última década. Napster fue cerrada en una decisión judicial que aún hoy se sigue debatiendo, pero otros programas similares, como AudioGalaxy o eMule, tomaron el relevo.

La realidad es bie n sencilla: el tamaño del MP3 permite compartir música por internet, y su gran calidad hace que muchos usuarios ya no sientan la necesidad de comprar los discos originales. El sistema Peer To Peer, y otros para la distribución de MP3, han arrebatado un nicho de mercado gigantesco a una industria discográfica que desde hace diez años está inmersa en una guerra sin fin por controlar la música que circula por internet. Pero los usuarios no están tan preocupados. Estos días los foros de música han dado la noticia del 15 cumpleaños del MP3 y el sentimiento ha sido generalizado: se sienten agradecidos a un formato que les ha permitido ampliar su cultura musical y llegar a repertorios y artistas que, de otra forma, no hubieran conocido nunca. Además del hecho, obviado por este artículo pero no menos significativo, de que uno puede guardar toda su música en un chisme del tamaño de un mechero y llevársela consigo allá donde vaya.

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