Maite SOROA
Ahora toca alabar a la División Azul
N o sé si serán los efectos colaterales del triunfo futbolístico, pero constato una progresiva pérdida de la vergüenza por parte de los elementos más extremistas del nacionalismo español. Pérdida de vergüenza rayana, además, en la apología de lo más horroroso.
Ayer Juan Manuel de Prada, en «Abc» se soltaba la melena para ensalzar a... la División Azul, aquella soldadesca voluntaria que se sumó a Hitler para sumir a Europa en el caos y la destrucción.
De Prada hablaba de «las virtudes heróicas de aquellos valientes» que, seguía el apologeta, «llegaron más allá de lo que exigían las ordenanzas militares, hasta hacerse sobrehumanas».
De Prada aseguraba haber leído «infinidad de libros sobre la División Azul», lo que le permitía calificar la sarracina protagonizada por los falangistas como «la última gran aventura acometida por el genio español» por lo que, reconocía, «estoy francamente conmovido por la gallardía de aquellos `guripas', que al ardor en el combate sumaban la magnanimidad hacia el enemigo, llegando a protagonizar episodios ímprobos de abnegación y sacrificio que a cualquier español bien nacido deberían llenar de orgullo». ¡Menos mal que servidora no es española!
La explicación que da a la alocada aventura que impulsó Serrano Suñer es de antología: «Aquellos españoles que se alistaron en la División Azul fueron a combatir el régimen comunista soviético, al que consideraban -con razón- responsable de la situación social que había conducido a los españoles a la Guerra Civil; y responsable, sobre todo, de que esa Guerra Civil se prolongase encarnizadamente durante tres años». O sea que la culpa no fue de Franco y sus militronchos sino de la perversa Rusia.
Y para terminar la cerrada ovación a los nazis hispanos, nos cuenta que en realidad no lo eran: «Apenas encontramos entre los divisionarios españoles signos de adhesión al régimen hitleriano (...). El divisionario español, por temperamento y por credo, se rebela contra el antisemitismo nazi; y, en su avance a pie hasta el frente confraterniza primero con los polacos y después con los rusos». Se ha pasado. El tío, en su entusiasmo, se ha pasado.