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ANÁLISIS Proceso irlandés

Los incidentes del 12 de julio evocan una estrategia disidente

Representantes políticos y vecinos de las comunidades nacionalistas en el centro de los enfrentamientos a raíz de las marchas orangistas del 12 de julio los denuncian como parte de una estrategia de los grupos disidentes republicanos contra el proceso político irlandés.

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Soledad GALIANA

El ministro norirlandés republicano Gerry Kelly lo tiene claro: grupos disidentes republicanos han usado la celebración protestante del 12 de julio como excusa para avanzar en su agenda de obstaculizar el proceso de paz e imponer su presencia en zonas donde Sinn Féin cuenta con la mayoría del apoyo de la población. Kelly señaló que, de hecho, vio a las mismas personas participando en enfrentamientos en distintas partes de la ciudad.

Otros políticos y activistas comunitarios coinciden con Kelly: aquellos que participaron en las cuatro noches de violencia en muchos casos no eran vecinos de las áreas y en algunos casos no eran ni de Belfast. Estos activistas no dudan al asegurar que el único elemento local durante estas cuatro noches de conflicto han sido jóvenes conocidos en sus vecindades por sus actividades antisociales que fueron reclutados por los grupos disidentes y a los que se unieron otros que habrían viajado a Belfast para provocar los enfrentamientos sin contar con los deseos o planes de los vecinos.

La falta de apoyo local para estas protestas la ilustra el hecho de que fue una manifestación de vecinos el pasado miércoles, en la que también estuvieron presentes los representantes nacionalistas del norte de Belfast, entre ellos Kelly, la que puso fin a los enfrentamientos que habían asolado a Belfast desde el sábado 10 de julio. Ahora la paz ha vuelto a las calles de la capital norirlandesa, al menos de momento.

Es evidente que una vez más los disidentes están intentando conseguir su objetivo de obstaculizar el proceso de cambio en el norte de Irlanda utilizando la estrategia de encontrar el punto débil para intentar romper el acuerdo entre unionistas y republicanos que mantiene en funcionamiento al Ejecutivo norirlandés y al resto de instituciones. Los disidentes saben que, creando conflicto alrededor de las marchas orangistas, pueden agrandar la fisura que supone la Comisión de Marchas en las relaciones unionistas-republicanas. El hecho de que los «vecinos» nacionalistas se opongan al recorrido autorizado de marchas encenderá aún más los ánimos protestantes, después de que una vez más el recorrido de una de las marchas más simbólicas desde el punto de vista político -la de Drumcree- viera su recorrido alterado por la Comisión para respetar a los vecinos nacionalistas de Garvaghy Road.

Por otra parte, la decisión de la Orden de Orange de rechazar la propuesta inicial de un mecanismo alternativo a la Comisión que decidirá sobre el recorrido de las marchas a nivel local a través del diálogo y la negociación entre los orangistas y los vecinos ha sentado como una bofetada en algunas comunidades, y posiblemente los disidentes esperaban ganar mayores apoyos con estas protestas.

La intención disidente de aumentar su presencia en la calle claramente quiere subsanar un problema identificado por el informe de la Comisión Independiente de Verificación (IMC) -institución que evalúa la actividad de los grupos armados involucrados en el conflicto irlandés- publicado en mayo y en el que se apuntaba que los grupos disidentes republicanos permanecían altamente activos y peligrosos, pero políticamente seguían siendo «marginales».

Esa marginalidad se palpa en la participación en la distintas citas electorales, que se mantiene alta en apoyo a Sinn Féin en áreas republicanas, y a nivel de capacidad operacional, porque como también apunta el informe de la IMC, a pesar del incremento en actividad de los grupos disidentes, su grado de amenaza está a años luz del que representaba el IRA durante los setenta y ochenta, y la diferencia es básicamente la falta de apoyo en las comunidades.

Joe Brosnan, el que fuera secretario general del Ministerio de Justicia irlandés y ahora miembro de la Comisión de Verificación afirmaba que el IRA Real es el responsable de la mayoría de la violencia disidente, aunque fueron las acciones de una escisión del IRA Auténtico denominada Oglaigh na hEireann (ONH) las que casi se cobraron la vida del policía norirlandés Peadar Heffron, que resultó críticamente herido a consecuencia de la explosión de una bomba lapa adosada a los bajos de su vehículo el pasado mes de enero. ONH cuenta con miembros en Derry, Dublin y otros condados del Sur de Irlanda, pero particularmente en el sur de Armagh y en Belfast.

En la capital norirlandesa las actividades de ONH son básicamente las palizas de castigo contra individuos acusados de «conducta antisocial», una buena manera de hacerse popular en las zonas nacionalistas de clase trabajadora.

Hace poco más de un año, los disparos del IRA Auténtico acabaron con la vida de dos soldados británicos en la base de Massereene, en Antrim, en el norte de Irlanda. Dos días después, un policía moría a manos del IRA de la Continuidad. En aquel entonces los responsables de las fuerzas de seguridad británicas y norirlandesas apuntaban a que el nivel de amenaza representado por los grupos disidentes republicanos había alcanzado su nivel más alto.

La pasada semana, esos niveles han vuelto a verse superados con el estallido de un artefacto explosivo en Armagh, que a pesar de no haber causado heridos, si demuestra que la capacidad operativa de los disidentes ha mejorado, especialmente en lo relativo a la fabricación de artefactos explosivos.

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