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ANÁLISIS Aste nagusia de Bilbo

La apuesta política de Azkuna hace tambalear el olimpo festivo

La apuesta política de Iñaki Azkuna y su partido por establecer nuevas reglas de juego en el ámbito festivo mantiene expectantes a quienes abogan por un modelo popular y participativo. La estrategia no es exclusiva de Bilbo y se extiende por todo Euskal Herria.

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Agustín GOIKOETXEA

Falta menos de un mes para que los brazos ergidos de la musa de la Aste Nagusia bilbaina asomen por la balconada del Teatro Arriaga y Marijaia perciba que no serán nueve días tan sólo de jolgorio y algarabía. De ello se ha encargado y lo sigue haciendo el alcalde y su equipo, dispuestos a fijar también el «perfil Azkuna» a las fiestas, aunque para lograr tal objetivo acabe con la coexistencia «pacífica» entre las comparsas, símbolo de la participación popular voluntaria y desinteresada, y quienes detentan el poder en el Consistorio.

Aquella máxima del médico metido a político sin ánimo de jubilarse de que no iba «a aceptar ningún contrapoder vecinal» llegó hace tiempo a las relaciones con las comparsas, víctimas de la coyuntura política y presa fácil a la que vapulear y servir como ofrenda a quienes alimentan serpientes de verano con las que llenar informativos y páginas de periódico. Estos agentes festivos dieron el 6 de julio un golpe en la mesa y alzaron la voz para confesar a la ciudadanía que la Aste Nagusia popular y participativa peligra por el afán municipal de establecer nuevas reglas de juego en las que los de las camisetas multicolores sean un simple elemento decorativo.

Cómo debe comenzar a sentirse la presidenta de la Comisión Mixta de Fiestas, la jeltzale Isabel Sánchez Robles. En estos tiempos de recortes en los organigramas de la Administración no sería descabellado preguntarse por si el área que dirige la corporativa ejerce y dispone de competencias, mermadas por los tentáculos de Alcaldía; uno de ellos, la Oficina del Espacio Público, que expide los permisos para la instalación de las txosnas. Fue de donde partió el castigo a dos comparsas, con informes policiales confeccionados ad hoc, o el origen de teorías peregrinas «sobre todo es Kaskagorri y Txori Barrote» que criminaliza a la incipiente Komantxe y pretende que no asiente su tipi indio en El Arenal. La próxima semana se conocerá si son tres y no dos las comparsas a quienes se deniega levantar su montaje, lo que podría enervar aún más los ánimos y dar argumentos a quienes apuestan por el plante de 24 horas en plena Aste Nagusia.

Plante que está en boca de todo el mundo y especialmente de los políticos, quienes no cesan de mandar recados a las comparsas mientras entre bambalinas mueven hilos para tratar de restarles apoyos. Por dos comparecencias de Bilboko Konpartsak, a expensas de una tercera que se aventura esta próxima semana para dar a conocer el resultados de los contactos con hosteleros y comerciantes, los mensajes del alcalde se han sucedido hasta el «yo no quiero ninguna guerra con las comparsas» que pronunció el jueves. Ha sido Azkuna quien ha calentado en extremo el asunto no estando aún al descubierto su objetivo final, aunque se atisba cierto afan por criminalizar a los agentes festivos y desprestigiarlos para, por ejemplo, negarles en el futuro legitimidad para determinar quienes tienen derecho a montar txosna en virtud de su papel motor en el impulso de las fiestas en 1978.

Esta filosofía no ha llegado aún al Botxo, pero es la que emana de la norma impulsada por Eudel en diferentes ayuntamientos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. En la villa de Don Diego es todavía Bilboko Konpartsak la que determina en el seno de la federación, en virtud del trabajo desarrollado todo el año, quién instala txosna. Eudel apuesta porque sea el Consistorio quien otorgue o no la autorización en las fiestas patronales y también en los barrios, fijándose en criterios políticos.

Estos son precisamente lo que mueve a Azkuna a castigar a Kaskagorri y Txori Barrote y exigirles un «auto de fe» para que en 2012 renieguen de su solidaridad hacia los represaliados políticos y sus familiares, y a la vez que otorga autorización a Gogorregi, que se excluyó de Bilboko Konpartsak, para que su carpa-chiringito tenga espacio. A este colectivo parece no hacerle falta presentarse al concurso público por el que se otorgan permisos a ONG para instalar txosna con la que obtener fondos para financiarse y tampoco trabajar por la fiesta y aportar al programa de la Comisión Mixta. La discriminación campa así a sus anchas y da credibilidad a quienes achacan a ciertos políticos trato de favor hacia sus más próximos seguidores. De nada parecen haber servido 32 años de trabajo en común con sus altibajos, que el alcalde quiere que quede para el recuerdo, al tiempo que se convierte en referente para aquellos ayuntamientos empeñados en invisibilizar ciertas expresiones de solidaridad y reivindicaciones.

El pueblo natal de Azkuna sigue su ejemplo y Ondarroa no se queda atrás. Y así la convulsión festiva dejó resaca una vez más en Iruñea, mantiene en vilo a quienes vibran con la magia de Marijaia y comienza a dar signos en Ondarroa, donde la Gestora, vía decreto, pretende aplicar las directrices inquisitoriales respecto a la instalación de txosnas. Para los sanfaustos durangarras todavía queda tiempo, pero su alcaldesa ha querido dejar hechos los deberes y aprobar la ordenanza.

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