El actual gobierno del Estado español no reconoció en su momento la independencia de Kosovo, alineándose con Eslovenia, Grecia, China y Rusia. Ahora mismo tiene otro problema porque el Tribunal de La Haya ha sentenciado que la independencia de Kosovo está fundamentada en el derecho internacional. Hasta los chicos de Obama habían reconocido al nuevo estado kosovar y han celebrado la sentencia europea, aunque han corrido a declarar que los principios aplicados en Kosovo son excepcionales y no sirven para Euskal Herria y Catalunya.

¿Por qué? No dan muchas razones, porque no las hay, pero se dice que no es lo mismo y hasta hacen ver que se lo creen. Lo cierto es que ahora tendrán que retratarse Zapatero y Moratinos en el terreno internacional y ver si esa cantinela de copla castizo sobre lo de aceptar las sentencias se corresponde con sus decisiones. De paso se podrá ver lo que tiene de cierto el rango que le dan a ese Tribunal que cuando sentencia en su favor parece la madre de todas las justicias y que ahora les coloca ante un hecho: los pueblos pueden ejercer su derecho a decidir. Y es algo imparable. Ni por la fuerza bruta de las armas, ni por todas las legislaciones antidemocráticas que se vayan interponiendo para retrasar lo irremediable.

Un garbeo por los noticiarios y los opinadores televisivos siguiendo esta noticia es como penetrar en un parque temático del desatino. No saben exactamente cómo tratar el tema y la insistente consigna de despiste sobre que no es lo mismo Euskadi y Catalunya, solamente hace proporcionar más argumentaciones objetivas, y hasta subjetivas, para la asunción de muchos más defensores del soberanismo en el grado que sea. Les produce una especie de sarpullido, una alergia, una reacción convulsiva, que viene a confirmar que es posible, que es cuestión de dar los pasos apropiados, pero que ese destino independiente está cada vez más cerca. Dentro del marco político institucional internacional. O así lo parece. Porque lo que han conseguido los kosovares, algún día se les reconocerá a los vascos y catalanes. Se admiten apuestas sobre el tiempo que tardará esta añorada circunstancia en plasmarse.