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Filtración de secretos militares estadounidenses

De los Papeles del Pentágono sobre Vietnam al clic en la guerra afgana

Expertos y asesores en materia de ciberseguridad estadounidenses analizan ya los desafíos que supone la reciente filtración a través de Internet de decenas de miles de documentos relativos a la guerra en Afganistán. Mientras, el Pentágono trata de minimizar su alcance y el senador y ex candidato demócrata a la Casa Blanca John Kerry negó que se pueda comparar con la filtración en 1971 de los llamados Papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam.

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Chris LEFKOW (AFP) | WASHINGTON

La difusión desde Internet de archivos secretos del Pentágono sobre la guerra en Afganistán ha encendido las alarmas de los analistas y de muchos gobiernos sobre la ciberseguridad, en una época en la que basta un clic para hacer públicos decenas de miles de documentos.

James Lewis, experto en ciberseguridad del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington, asegura que el caso Wikileaks tiene un aire a déjà-vu. «Me recuerda a los Papeles del Pentágono», asegura, en referencia a la publicación, en junio de 1971, de un estudio secreto del Departamento de Defensa de EEUU sobre la guerra de Vietnam de 1956 a 1971 y que ponía en la picota a los sucesivos gobiernos al demostrar que habían alimentado el conflicto con ataques a Laos, Camboya o a la propia Vietnam del Norte.

Pero la diferencia entre estos papeles y la filtración a Wikileaks es que «Daniel Ellsberg -quien filtró el dossier precisamente al diario «New York Times»- entregó el fajo de documentos a un periodista», señala Lewis. «Hoy en día, puedes entregar más documentos y darlos a conocer a todo el mundo».

El caso de los Papeles del Pentágono ha sido objeto de estudio y de análisis en las facultades de periodismo. Se refiere a la filtración de un documento de 7.000 páginas que había sido encargado en 1967 por el entonces secretario de Defensa, Robert McNamara.

Meses para fotocopiarlo

Uno de los expertos encargados de su elaboración, Daniel Elssberg, tardó meses en fotocopiarlo y se lo ofreció a un reportero del diario neoyorquino, Neil Sheehan. Antes, había intentado sin éxito filtrarlo a varios senadores estadounidenses.

Las motivaciones de Ellsberg fueron repetidas por el fundador de Wikileaks, Julian Assange, en su comparecencia del lunes en Londres. El empleado del Departamento de Estado adujo la injusticia de la guerra de Vietnam y confesó que filtró los papeles con la esperanza de que aumentara la ya entonces mayoritaria oposición a la guerra, que a la postre supuso la primera gran derrota militar del imperio de EEUU.

Pero ahí acaban, de momento, las coincidencias. Cuando el «New York Times» comenzó a filtrar los documentos, la Administración de Richard Nixon demandó al diario por dañar la seguridad nacional y un tribunal de apelaciones ordenó detener su divulgación. Ellsberg decidió entonces ofrecer su «primicia» a otros diarios, que siguieron publicando su contenido.

Meses después, el Supremo de EEUU acabó dando la razón al «Times» en una sentencia histórica que tiene su lugar en los anales del periodismo.

De la misma manera, y volviendo a la actualidad, Wikileaks apela al secreto de las fuentes para negarse a revelar la, o las, personas que le habrían suministrado los más de 92.000 documentos y que cedió para su publicación a los diarios «The New York Times» y «The Guardian», además de a la revista alemana «Der Spiegel».

La tesis oficial insiste en apuntar a Bradley Manning, analista de inteligencia militar actualmente detenido en una base estadounidense en Kuwait y sospechoso de haber suministrado a la misma Wikileaks un vídeo que mostraba un ataque aéreo por un helicóptero estadounidense que mató a varios civiles. No falta, sin embargo, quien asegura que una filtración de semejante magnitud no puede haber sido realizada por «un soldado desairado».

Sospechosos

El Gobierno estadounidense ya ha comenzado a investigar quién o quiénes están detrás de la filtración. El coronel Dave Lapan anunció una amplia investigación y, tras señalar que el soldado Manning «es alguien a quien estamos analizando de cerca», precisó que no es la única persona investigada.

Para James Lewis, el Pentágono tratará de buscar a los culpables de la filtración en el seno de sus empleados. Pero en la era de la información masiva, el experto señala como imperativo «repensar la manera como se guarda la información sensible». «Cuando el papel era el rey, el Gobierno transmitía documentos estampados con el sello de top secret a gente de confianza con la certidumbre de que no los iba a filtrar. En la era del papel, eso funcionaba, más o menos, pero no sirve para la era informática».

Con Internet, «compartimos información al utilizar una tecnología que permite prácticamente a todo el mundo tener acceso a bases de datos (...) Pero la manera como controlamos el acceso (a esa información) está basada en un viejo modelo. No queda otra cosa que la confianza. El Pentágono tiene confianza en sus empleados. Es una buena cosa, pero no es suficiente».

Nuevos tiempos

Don Jackson, de la sociedad SecureWorks, especializado en la lucha contra cibercriminalidad, aporta su propia reflexión: «Antes de Internet, nadie se fiaba de una cosa extraña como Wikileaks». Pero ahora, «un periódico no puede publicar 90.000 documentos. Wikileaks lo puede hacer en unos segundos».

Para Tom Conway, de la sociedad de seguridad informática McAfee, «es necesario hacer más complicada la difusión de información», y señala como posibles medidas el bloqueo del acceso a Internet en las oficinas de ciertos empleados o el bloqueo de información.

«Si alguien normalmente descarga 50 megabits por día y se pone, de repente, a descargar 9.000, debería sonar la alarma», añade Conway. «Puede ser que no haya nada anormal o que haya una explicación plausible. O puede ser que no».

ESTADO ESPAÑOL

Entre los miles de documentos se han descubierto dos relativos a acciones del Ejército español. En una de ellas se narra que un civil que viajaba en un coche que se echó a la cuneta al paso del convoy español murió por disparos de éste.

Capturado

El Pentágono confirmó que uno de sus soldados ha sido capturado y que ha sido hallado el cadáver de su compañero, hasta ahora desaparecido. Es la primera vez que confirma una captura de este tipo, anunciada el domingo por los talibán.

IRÁN

El presidente iraní, Mahmud Ahmedineyd, negó que Teherán esté ayudando a los talibán, como afirman los documentos secretos. «El origen de todo el problema es la intervención de EEUU en Afganistán, que dura ya veinte años», insistió.

El Pentágono trata de calmar a un soliviantado Congreso

El jefe del Estado Mayor de los Ejércitos de EEUU, almirante Michael Mullen, se mostró «consternado» por la difusión pero minimizó su alcance y aseguró que las informaciones ya habían sido tenidas en cuenta por el Gobierno.

«Hay que hacer todo lo posible para que fugas como ésta no se repitan», declaró el almirante desde Bagdad. No obstante, insistió en que esos informes habrían sido ya tomados en cuenta el año pasado en la redefinición de la estrategia estadounidense en Afganistán y de las relaciones con Pakistán. «De las informaciones que he podido ver, no hay nada que no haya sido tenido en cuenta en la revisión de nuestra estrategia».

El alto cargo militar añadió además que la mayor parte de los 92.000 documentos filtrados son «informaciones sobre el terreno y datos en bruto».

El Pentágono trata así de calmar los ánimos de muchos representantes del Congreso estadounidense, que han alertado de que la filtración pondría en riesgo la seguridad de sus soldados sobre el terreno. El presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara de Representantes, Ike Shelton, se mostró «preocupado» y calificó su publicación de «imprudente». No obstante, hizo un llamamiento a no tener en cuenta «informes caducados», en referencia a los documentos que alertan de que los servicios secretos paquistaníes (ISI) colaboran con los talibán.

El senador Kit Bond, responsable republicano en la Comisión de Investigación del Senado, instó a «meter entre rejas» a los autores de la filtración.

La influyente senadora demócrata Dianne Feinstein instó al jefe del Pentágono, Robert Gates, a «lanzar una investigación completa y a pedir cuentas a las personas responsables».

Desde el sector demócrata opuesto a la guerra, Dennis Kucinich señaló que esos informes «no sólo prueban que nuestra presencia en Afganistán es contraproducente, sino que confirman las sospechas de que el ISI suministra ayuda a los talibán». El senador Russ Feingold instó a aprovechar la filtración para «una nueva estrategia, que comience con un calendario para la retirada de Afganistán y acometer nuestra prioridad número uno, destruir a Al-Qaeda». GARA

KABUL

El Gobierno de Hamid Karzai aseguró que los documentos muestran la «incoherencia» de la estrategia occidental que, a su juicio, «no ataca al terrorismo en su origen», en referencia a Pakistán y a la alianza de sus servicios secretos con los talibán.

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