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CRíTICA Quincena Musical

A la tercera no va la vencida

Mikel CHAMIZO

Era el tercer concierto consecutivo de la Orquesta del Mariinsky y se empezó a notar el cansancio y la falta de concentración. Hubo algunos errores de bulto en las entradas de los metales, un pasaje en octavas en que un clarinete equivocó las notas, la afinación de todo el conjunto fue yendo a peor a medida que avanzaba la velada y, en general, el rendimiento orquestal fue mucho menos preciso que en las actuaciones anteriores. Aun así, la orquesta del Mariinsky demostró nuevamente que está unida con hilos de marioneta a las manos de Gérgiev, dada la rápidez y precisión con que era capaz de responder a las órdenes, a veces un tanto caprichosas, de Gérgiev. El ruso firmó una versión vibrante del «Romeo y Julieta», tirando siempre hacia delante y aplicando a la partitura un dramatismo particular que solo se puede extraer de una orquesta de foso como la del Mariinsky. Lamentablemente, y aunque había ideas buenas por parte de Gérgiev, todo estaba ligeramente fuera de su sitio en el «Romeo y Julieta» del lunes. Especialmente el Orfeón Donostiarra, muy irregular en sus entradas y en sus dinámicas -estuvieron cantando siempre a un volumen inferior al de la orquesta, incluso en momentos en que la música pedía a gritos más intensidad-. Pero lo más preocupante es lo mal que sonó el Orfeón la noche del lunes, con una sección de hombres, especialmente los tenores, espantosamente desempastada. En cuanto a los solistas vocales, la mezzo Semenchuk y el tenor Voropaev cumplieron con corrección sus breves cometidos, pero el barítono Nikitin parecía, lisa y llanamente, no sabía bien su papel. Fue el punto final, un tanto descolorido, a una visita de la Orquesta del Teatro Mariinsky y Gérgiev que, no hay que olvidarlo, han regalado momentos memorables a esta Quincena Musical.

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