Raimundo Fitero
¿Quién manda?
Calma el obrero. Quisiera reflexionar sobre quién tiene realmente el poder en algunas parcelas de nuestra programación televisiva. Todo viene a cuento de una entrevista realizada a Calista Flockhart, la que saltó a la fama mundial encabezando el reparto de aquella serie que hace una década nos encandiló, «Ally McBeal», que ahora está formando parte de un magnífico reparto en una serie que debido a la baja calidad general de nuestras programaciones no ha convivido en abierto demasiado, para desgracia de sus admiradores y que se llama «Cinco hermanos».
Pues bien, dice la actriz: «Al empezar la cuarta temporada fui a pedir más situaciones de comedia y me dijeron que contraería cáncer». Se refiere obviamente a su personaje en la serie. Por lo tanto, aquí queda muy claramente manifestado que una actriz, por muy protagonista que sea, no manda sobre su personaje. Y es un hecho que se viene repitiendo desde tiempos lejanos. Es más, cuando un actor o actriz, manda demasiado sobre la serie, la cosa acaba casi siempre mal. Puede servir para un tramo, pero o se trata de algo muy individualizado, centrado en un cómico, por ejemplo, o si es una serie con todos sus avatares, tramas, sub-tramas, ramificaciones y recomposiciones de situaciones y personajes atendiendo al impacto causado por los mismos entre el público, la cosa queda en manos de guionistas, productores y programadores.
Probablemente, en la práctica, manda más un personaje que quién le da vida. Esto es una filigrana conceptual, pero la conjunción de unos buenos guiones con una buena actuación, confieren vida a un personaje que puede crecer de manera importante hasta llegar a tener vida propia en otra serie. Recordemos, para abreviar, «Aída». Y lo recordamos para caer en flagrante contradicción porque ahora mismo la serie continúa en pantalla sin que aparezca la protagonista que le da nombre. Por lo tanto, mandan mucho más los productores y guionistas, de acuerdo con las cadenas y sus programadores. Los otros, que son importantísimos, tienen un poder relativo. Aunque la decisión final casi siempre la tomamos nosotros, verdugos silentes y enmascarados tras el mando a distancia.