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Raimundo Fitero

Manteros

Cuando en los noticiarios televisivos aparecen tanto los manteros es que se están moviendo las piezas de un tablero invisible. La idea que nos hacemos sobre cosas que suceden ante nuestras narices pero que se aumentan o reducen en los medios según intereses contradictorios, acaba siempre colocándose en una región del cerebro que se despierta al menor estímulo, y lo malo es que al desperezarse de su actitud durmiente toma formas muy diferentes entre sí. Es difícil no convivir diariamente con la realidad de los manteros. Tanto en su concepto estático, como el de movilidad. Y lo tenemos absolutamente asumido como una actividad que realizan jóvenes sub-saharianos en unos productos y familias enteras de habitantes de pueblos andinos con otras supuestas artesanías.

Esto es lo que vemos, su colocación en lugares de paso multitudinario, el levantamiento apresurado de sus exposiciones al aviso de la llegada de las policías correspondientes, la calma chicha y el nuevo intento de reanudar su actividad. Uno se hace preguntas nimias, ensimismamientos básicos: ¿quién abastece a estos vendedores? Si la policía les quita la mercancía, ¿quién la pierde, el vendedor o el suministrador? La insistencia de estos vendedores significa que hay actividad económica suficiente para ellos y sus servidores. La clientela de esos vendedores se supone que sabe el valor real de las marcas, de los vídeos o cinturones. Si siguen comprando, en lógica capitalista es que hay demanda, por lo tanto la oferta es pertinente.

Pero sucede que es una actividad penada, especialmente en cuanto a lo que se mueve bajo el amparo de la SGAE, que pueden ir a prisión, una legislación de botarates, pero en vigor, que se aplica o no, según magnanimidad de cada cual. Por eso salen en la tele, porque algunos alcaldes de algunas zonas turísticas han optado por la manga ancha, por el pacto, por dejarlos trabajar en unas condiciones determinadas. Y entonces han crecido las protestas de quienes tienen tiendas y establecimientos legalizados y se ha politizado el asunto un poco más. ¿No dicen que el cliente siempre tiene razón? Pues si compran a los manteros es que quieren manteros.

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