GARA > Idatzia > Mundua

ANÁLISIS | ocupación sionista de palestina

Lecciones de la lucha contra el apartheid para lograr vencer al asedio a Gaza

En este texto publicado inicialmente en «Al-Shabaka» y traducido del inglés para «Rebelión» por Beatriz Morales Bastos, el autor analiza las similitudes y las diferencias de la Sudáfrica del apartheid con Gaza y rechaza la solución de los dos estados

p020_f02.jpg

Haidar EID I Profesor de la Universidad Al-Aqsa de Gaza, fundador de One Democratic State Group y miembro de la campaña por el boicot a Israel (Pacbi)

El movimiento nacional palestino ha pasado por alto esta pregunta: ¿se parece la Franja de Gaza a los racistas bantustanes de la Sudáfrica del apartheid? Durante la era del apartheid la población negra de Sudáfrica fue mantenida aislada y sin derechos políticos y sociales. ¿Es Gaza similar? La respuesta es sí y no.

¿Qué es el apartheid? Tal como lo definió la Convención de la ONU de 1973, el apartheid es una política de segregación racial o étnica basada en un conjunto de prácticas discriminatorias que favorecen a un grupo específico para garantizar su supremacía sobre otro grupo. En Israel la discriminación racial institucionalizada se basa inequívocamente en garantizar la primacía de un grupo de colonos judíos sobre los árabes palestinos. Cuando se comparan las aplicaciones de la política de apartheid resulta difícil identificar diferencias entre el gobierno blanco en Sudáfrica y su homólogo israelí en Palestina en términos de segregación y de designación de ciertas zonas para judíos israelíes y otras para árabes, de delineación de ciertas leyes y privilegios para los judíos y del conjunto de leyes discriminatorias que sólo se aplican a los palestinos.

Actualmente tanto en Israel como en los territorios palestinos ocupados (TPO) hay dos sistemas de carreteras, dos sistemas de viviendas, dos sistemas educativos y sistemas legales y administrativos diferentes para judíos y no judíos. Cada ley aprobada durante el sistema de apartheid sudafricano tiene una ley correspondiente en Israel. Esto incluye la Ley de zonas de grupo, La Ley que prohíbe los matrimonios mixtos, la Ley sobre movimientos y permisos, la Ley de seguridad pública, la Ley de registro de la población, la Ley de inmoralidad, la Ley de la tierra y, por supuesto, la Ley de ciudadanía de los homelands bantúes. Las correspondientes leyes israelíes son la Ley del retorno, las leyes «temporales» de 2003 que prohíben los matrimonios mixtos, la Ley de registro de la población, la Ley de ciudadanía y entrada a Israel, la Ley de nacionalidad israelí y las leyes sobre la tierra y la propiedad.

Como en Sudáfrica, el tipo de apartheid de Israel se mezcla con colonialismo de colonos. Como en Estados Unidos y en Australia, el colonialismo de colonos en Israel y en Sudáfrica también ha supuesto la limpieza étnica o el genocidio del pueblo originario por influencia de la idea de la supremacía religiosa y/o racista.

Cuando se evalúa desde este punto de vista, el término apartheid se aplica claramente a las políticas israelíes en la Franja de Gaza. Los palestinos de Gaza están aislados del resto de la población de la Palestina histórica y no gozan de un mínimo de derechos políticos y de condiciones de vida básicas de las que disponen los residentes judíos porque han nacido de madres con la religión «equivocada». En este contexto, habría que recordar que el 80% de la población de la Franja sufrió una limpieza étnica en 1948 y que se les prohíbe retornar a los pueblos y ciudades de los que fueron expulsados.

Los bantustanes fueron parte de la fórmula racista del régimen de apartheid para separar a la población blanca y preservar la «primacía blanca». Aunque los bantustanes se denominaron «homelands independientes» no se concedió a sus habitantes derechos iguales o ni siquiera el poder de tomar decisiones políticas independientes (un precursor de lo que se planea para el llamado Estado palestino independiente dentro de las fronteras de junio de 1967). En Sudáfrica el debate era en torno a once estados que podían vivir unos al lado de otros en paz. A pesar de todos los esfuerzos de Pretoria, los bantustanes no obtuvieron reconocimiento internacional, excepto por parte de Israel.

A Gaza se le priva incluso de esta fórmula racista. Parece que Israel ha aprendido una lección de Sudáfrica. No nombró a dirigentes locales para proporcionar un «limitado autogobierno» a Cisjordania y Gaza, sino que en coordinación con EEUU y protegido por la comunidad internacional, Israel permitió que se celebraran elecciones «libres» para que el proceso de bantustanización pudiera adquirir «legitimidad» y la aprobación internacional con el consentimiento de la población originaria. Aunque fueron aclamadas internacionalmente, las elecciones que tuvieron lugar bajo la ocupación fueron una tragedia palestina. Israel consiguió persuadir a la población originaria de Palestina de promover la ilusión de una «independencia» potencial en partes del territorio que representaban el 22% de la Palestina histórica. Estas parcelas de terreno sin soberanía se venderían al mundo como un Estado palestino independiente.

Al mismo tiempo, la respuesta a la pregunta de si el [término] «apartheid» se aplica a Gaza también es no. La Franja de Gaza ha pasado de ser un bantustán entre los años de los Acuerdo de Oslo (1993-2002) a ser un inmenso campo de concentración. Varios activistas sudafricanos en contra del apartheid, incluyendo al premio Nobel de la Paz el arzobispo Desmond Tutu, afirmaron durante su visita a los TPO que lo que habían visto era mucho peor que lo que los sudafricanos habían conocido durante el apartheid. La diferencia entre ambos regímenes análogos (Israel y la Sudáfrica del apartheid) es la diferencia entre inferioridad y deshumanización. Como ha explicado Saree Makdisi es la diferencia entre explotación y genocidio.

Nunca a lo largo de la historia del apartheid en Sudáfrica las fuerzas racistas utilizaron toda la fuerza de su ejército contra la población civil en las townships [distritos segregados]. En cambio, desde que estalló la segunda Intifada palestina en setiembre de 2000 y culminando con la invasión del invierno de 2008-2009, Gaza ha sido atacada con F-16, helicópteros ametralladoras Apache, barcos de guerra, tanques Merkava y bombas de fósforo que están prohibidas internacionalmente.

El asedio de Israel a Gaza se impuso después de que los palestinos eligieran a Hamas en unas elecciones sancionadas y observadas internacionalmente en 2006. El asedio se endureció después de que Hamas derrotara a las fuerzas leales a la facción de Al-Fatah leal al presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas en junio de 2007. Desde entonces, la lista de productos que se prohíbe entrar en Gaza consta de más de 200 artículos incluyendo cemento, papel, medicación contra el cáncer e incluso ¡pasta y chocolate! Según la organización israelí Gisha (Centro legal para la libertad de movimiento) Israel permitió el acceso de sólo 97 artículos en comparación con los 4.000 que se autorizaban antes del bloqueo. Aproximadamente el 80% de la población de la Franja de Gaza sobrevive gracias a la ayuda humanitaria. Han cerrado más del 90% de las fábricas de Gaza.

Cuando los 18 meses de asedio fueron incapaces de quebrar la voluntad de los palestinos de Gaza, Israel emprendió su mortífera invasión a finales de 2008. Según organizaciones de derechos humanos y el Informe Goldstone sancionado por la ONU, más de 1.400 palestinos, incluyendo más de 300 niños, murieron y miles de ellos resultaron heridos. Israel destruyó al menos 11.000 viviendas, 105 fábricas, 20 hospitales y clínicas, así como 159 colegios, universidades e institutos técnicos. Además, provocó el desplazamiento de 51.800 personas de las cuales 20.000 continúan sin hogar.

Comentando esta situación Karen Abu Zayd, ex comisionada general de la Agencia de la ONU de Ayuda a los Refugiados Palestinos (Unwra) afirmó: «Gaza está a las puertas de convertirse en el primer territorio que es sometido intencionadamente a un estado de destrucción abyecta con el conocimiento, aquiescencia y, se podría decir, el aliento de la comunidad internacional».

En este momento histórico después de la invasión de Gaza por parte de Israel en el invierno de 2008-2009 hay una necesidad urgente de reformar a la opinión pública mundial que apoya la causa palestina insistiendo en las múltiples similitudes entre el sionismo y el régimen de apartheid en Sudáfrica. Esto se puede lograr centrándose en el sufrimiento común de la población negra originaria y de los palestinos de hoy, no sólo en Cisjordania y Gaza, sino también en la diáspora palestina y dentro de Israel.

Es desafortunado que los dirigentes palestinos «oficiales» no hayan estudiado y sacado lecciones de la experiencia sudafricana. Al contrario, casi unánimemente aceptaron la creación de un tipo de sistema basado en bantustanes, sistema que había rechazado el movimiento contra el apartheid en Sudáfrica. Hay que preguntarse cuáles son las verdaderas razones de esta deliberada indiferencia por una experiencia muy rica. ¿Se deriva de la misma noción equivocada que la de los dirigentes de los bantustanes que reivindicaron el nacionalismo racial africano? ¿Implica chovinismo y falta de apertura a las experiencias de otros pueblos? ¿Realmente nuestra causa es tan excepcional desde un punto de vista histórico que excepcionalmente debemos aceptar soluciones racistas promovidas como soluciones «autónomas»?

Por desgracia, la lucha por la liberación se ha reducido a una lucha por los bantustanes. En otras palabras, la conciencia de la lucha palestina se ha dividido a consecuencia de la fetichización del concepto de Estado a expensas de la liberación (con lo que se invalida sin decirlo el derecho al retorno) y de la tediosa reiteración del «proyecto nacional palestino». Esto está en contradicción con las aspiraciones de la vasta mayoría del pueblo palestino que son refugiados a quienes el derecho internacional reconoce el derecho al retorno.

La opción de una Palestina independiente se ha vuelto imposible por varias razones, incluyendo los esfuerzos de Israel por convertir las colonias en ciudades, por aumentar el número de colonos hasta más de medio millón, por construir el Muro del Apartheid en la ocupada Cisjordania, por expandir el Gran Jerusalén y limpiarlo de sus habitantes, y por convertir sistemáticamente Gaza en el mayor centro de detención sobre la faz de la tierra. Es obvio que el movimiento nacional palestino en su conjunto se ha infectado con el virus de Oslo. El virus de Oslo crea una falsa conciencia que transforma la lucha por la liberación, el retorno de los refugiados, los derechos humanos y la igualdad plena en una luchas por la «independencia» con una soberanía limitada: una bandera, un himno nacional y una pequeña porción de tierra en la que ejercer la soberanía municipal y establecer ministerios, todo ello con permiso del ocupante. Así pues, no es muy sorprendente que el ex primer ministro israelí Ariel Sharon y el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, y su ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, ya no se opongan al establecimiento de un Estado palestino.

El otro lado de los dirigentes palestinos propone frecuentemente treguas de diez y veinte años argumentado que la tregua es una «alternativa» a la desaparición de la solución de dos estados. Aunque no hay diferencias significativas en términos del principio de aceptar una pura solución nacionalista para la causa palestina entre ambas partes, este desacuerdo menor ha ganado una mayor prominencia y se ha empleado para servir a la solución racista. La llamada «alternativa» de una tregua de 20 años apuesta por que la naturaleza pragmática de este llamamiento «persuadirá» a la comunidad internacional. De hecho, carece de una clara visión estratégica para resolver el conflicto de un modo que garantice el retorno de los refugiados. ¿Qué significa una tregua de 20 años? ¿No es un mensaje a los refugiados de que aguanten otros 20 años hasta que cambie el equilibrio de poder? ¿Qué ocurre si no cambia?

Por desgracia, la solución de los dos estados se ha convertido en el discurso político preponderante en las dos últimas décadas. Algunos intelectuales tradicionalmente de izquierda, al haberse transformado en una derecha desde el punto de vista social y político o en una izquierda «neoliberal» defienden esta solución como la única posible dado el actual equilibrio de poder. También defienden un esquema transitorio, esto es, provisional. De vez en cuando amenazan con abrazar el acuerdo de un Estado, utilizándolo como un espantapájaros no sólo para asustar a Israel sino también contra nosotros, la población originaria. Estos intentos revelan un declive ideológico y una falta de fe en la capacidad del pueblo palestino y de los más amplios movimientos de solidaridad para hacer cambios revolucionarios como los que tuvieron lugar contra el régimen de apartheid.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo