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Maite SOROA | msoroa@gara .net

A mandobles entre sus propias filas

En su desesperada cruzada por salvar la integridad de la patria, los hay que se enfurecen tanto que pierden los papeles y se lían a mandobles con sus propios compañeros de viaje.

Es lo que le ha sucedido a Agapito Maestre, que ayer, en «Libertad Digital», soltaba un bombazo en su propia trinchera: «Mientras existan jueces en la Audiencia Nacional que permitan manifestaciones de carácter `abertzale', ETA seguirá viva, presente en las calles y, por supuesto, legitimada para negociar su actualización en las instituciones democráticas».

Según el pobre Agapito, la no ilegalización de la manifestación de Donostia ha sido una suerte de catástrofe que echa por tierra todo el tinglado hispano. Y, por supuesto, el juez es culpable: «Para empezar a nadie formado en una mentalidad democrática se le ocurre tomarse en serio a una asociación que reivindica `derechos' de territorios; los derechos son de los individuos, de las personas, o no son derechos. Una asociación que pide permiso para manifestarse `por los derechos de Euskal Herria' no sólo es sospechosa de ilegalidad, sino que está poniendo en cuestión el mismo Estado de Derecho». Si preguntara, alguien le diría que `Euskal Herria' quiere decir `Pueblo Vasco', y que los pueblos, conformados por personas, sí tienen derechos.

Al juez le llama, sin ambages, «cobarde» y se queda tan ancho: «Todos, en fin, sabemos cómo se llama la conducta del juez que ha permitido la manifestación de ETA a favor de ETA; sí, digo ETA, porque estos criminales saben manejar perfectamente los formalismos para pasar desapercibidos con otros nombres, por ejemplo, `asociación de ciudadanos' o lo que sea. Y es que el cobarde y el terrorista tienen muchas cosas en común, segunda gran conclusión del aquelarre del sábado en San Sebastián». Le falta poco para pedir prisión mayor para el juez.

Y para concluir, Agapito deja claro que «el razonamiento formal contenido en la resolución del juez para autorizar la manifestación proetarra no sólo pone en cuestión el Estado de Derecho sino la propia figura del juez». Ya ven que cuando se les empiezan a torcer las cosas, los fanáticos pierden el oremus y se muestran como son.

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