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Jose Angel Zuazua Economista

Los toros, la capital cultural y el debate social

 

En una nueva Semana Grande, y ante una nueva programación taurina, conviene recordar que el debate social surgió a comienzos de la última década de pasado siglo, cuando tras 25 años sin plaza de toros en Donostia, se forzó una operación urbanística rocambolesca para resucitar el tema en los terrenos de Illunbe

Todas las corporaciones de entonces, con el actual alcalde a la cabeza manifestaron hasta la saciedad que la plaza de toros nunca sería una realidad con financiación de dinero público. Las hemerotecas al respecto lo demuestran de forma palpable para quien lo quiera constatar. Sin embargo, nuestro Ayuntamiento no sólo desvió la plusvalía obtenida tras la recalificación de los terrenos de Garbera, sino que a la postre, recientemente, ha comprado a los promotores taurinos la actual plaza de toros, forzado por una sentencia judicial que puso de relieve la artificiosidad de aquella operación municipal. Compra que ha tenido que realizar dedicando a la postre, y en épocas de máxima austeridad, ingentes cantidades de dinero público para mantener durante siete días al año un espectáculo sangriento y seguro que rechazado por una más que notable mayoría ciudadana.

El acontecimiento sucedido en el Parlamento catalán como culminación del debate surgido a propuesta de la iniciativa popular sobre la modificación de la Ley de Protección a los Animales, incluyendo las corridas de toros como maltrato, y por tanto prohibiendo su práctica, es sin duda un avance de magnitud equivalente a lo que ha ido significando en la historia la abolición de las prácticas atávicas cuya única justificación ha sido siempre el mantenimiento de una tradición.

No puede ser que la sociedad vasca, y la donostiarra en particular, no participe de los mismos presupuestos que la sociedad catalana en el ámbito de la defensa de los derechos de los animales y en la puesta en valor de lo que efectivamente representa bienes de interés cultural, en los que una sociedad en progreso del siglo XXI debe considerar como patrimonio de su identidad.

No puede ser que en una ciudad que aspira a ser capital de la cultura en el año 2016 no sólo se permitan sino que se amparen, se protejan o financien corridas de toros, que hasta donde hemos llegado a percibir no figuran como actividad cultural, no sabemos si por vergüenza o por hipocresía, en la declaración programática que el Ayuntamiento donostiarra ha presentado en Madrid y que hasta la fecha no se ha atrevido a publicitar como valores significativos de nuestra cultura.

Ya va siendo hora de que nuestros políticos pongan en valor las inquietudes de la sociedad que dicen representar en lugar de priorizar aquello que forma parte de sus intereses partidistas. Ahora que las elecciones están próximas, sepamos si los candidatos están a la altura de las circunstancias. Exijamos que se signifiquen y que se manifiesten, que abandonen la demagogia y que no se escuden ni en conceptos carpetovetónicos ni en utilizaciones demagógicas de la identidad nacional.

Sepamos hasta qué punto nuestros munícipes consideran que las corridas de toros en particular, y la defensa de los animales en general, forman parte de nuestro patrimonio cultural, y por tanto son puntos sobresalientes de nuestra oferta por la capitalidad europea de la cultura, y sobre todo hasta qué punto la ciudadanía asume y apoya este tipo de manifestaciones.

Aspiremos, en suma, a estar en la vanguardia no sólo en la defensa de los derechos humanos, sino en la de los seres vivos. Vivamos en armonía con nuestro entorno natural. Asumamos que nuestro horizonte de progreso, desde una perspectiva cultural, no puede tener como una de sus referencias la tolerancia hacia la pervivencia de prácticas donde, previo pago, se acude a presenciar cómo se maltratan animales.

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