La historia no se repite, pero rima
Nicolas Sarkozy ha puesto en marcha la deportación de cientos de personas de etnia romaní y ciudadanía rumana o búlgara. Primeramente los estigmatizó públicamente, acusándolos en una alocución presidencial televisada de estar implicados en el «tráfico ilegal, la explotación infantil, la prostitución y el crimen». Posteriormente los arrestó y finalmente los deporta con una propina de 300 euros en el bolsillo. El Estado francés se suma así a los países como Italia o Dinamarca, que ya habían tomado medidas similares, que anuncia en breve Finlandia. Las deportaciones de estos ciudadanos europeos suponen la instauración de facto de ciudadanos de primera y de segunda en la Unión Europea. Aquellos que gozan de libertades fundamentales y derechos básicos, como la libertad de circulación o el derecho a instalarse en cualquier parte del territorio de la UE, y aquellos que no los tienen reconocidos.
Además de la quiebra en los principios fundacionales de la UE, esta deriva confirma el fracaso de la política común de integración de la minoría étnica más numerosa, con más de 15 millones de personas. Desde un derrapaje populista y el cálculo doméstico, en el caso francés disputar el voto al ultraderechismo de Le Pen, amplifica el problema de las minorías y su falta de encaje en el proyecto europeo. Si alguna vez hubo eso que ciertos medios internacionales llaman «problema romaní», sin duda la vía de las deportaciones masivas no aporta solución al mismo. Al contrario.
El escritor norteamericano Mark Twain dijo que la historia no se repite, pero rima. Ciertamente, estas deportaciones proyectan sobre el presente la sombra de un pasado que llevó a millones de personas a los campos de la muerte industrial. Entonces el primer paso hacia la total deshumanización fue el estereotipo. Empezaron clasificando a los romaníes como elementos antisociales. Ahora los políticos se aprovechan del estereotipo para sus cálculos y fines políticos. No es lo mismo, pero rima.