«Pero si son cuatro gatos», les acusaba una señora con la entrada para los toros en la mano. Al final, más de un centenar de personas -pero que gritaban como un millar- se concentraron lo más cerca del coso de Vista Alegre que les permitió el Departamento de Interior, es decir, más lejos que otros años, en una esquina de General Concha, delimitados por una banda de plástico y rodeados de cerca por hasta dieciséis agentes de la Brigada Móvil de la Ertzaintza, que sólo tuvieron que intervenir para bajar los ánimos a algunos de quienes iban a la plaza.

Diferentes colectivos antitaurinos respondieron a la convocatoria para gritar eslóganes como «Hoy Catalunya, mañana Euskal Herria» o «Esa es, ahí está, la vergüenza de Bilbao». Los momentos más tensos se produjeron cuando desde la plaza, los protaurinos respondían, algunos con su dedo índice levantado. «Molestando al prójimo», se quejaba una mujer señalando a quienes protestaban.

La llegada de los toreros y sus cuadrillas fue saludada con pitos y atronadores gritos de «fuera, fuera», mientras que al concejal peneuvista en el Ayuntamiento bilbaino José Luis Sabas le dedicaban un «no queremos torturadores». Algo más de una hora de protesta que acabó con un «no pararemos hasta la abolición». La próxima, el viernes.

Quien no podrá saltar al ruedo en un tiempo será el diestro Sergio Aguilar, quien ya en la plaza sufría una cornada bajo la barbilla, que le llegaba hasta el paladar, pero sin asomar por la boca. Intervenido en la misma plaza, su situación era «controlada» y no existía «urgencia vital», según fuentes médicas de Vista Alegre.