No fue un día cualquiera en un Botxo en fiestas, que comenzó a despertar con la totalidad de las txosnas del Arenal precintadas, cajas encima de sus mostradores y carteles en los que se anunciaba el plante comparsero por 24 horas. Para cuando Aratz Irazabal encendió su quinto txupin, eran ya muchos los bilbainos y bilbainas que adheriéndose a la iniciativa de los agentes festivos preparaban planes «alternativos» ante la falta de txosnas, animación comparsera, campeonato de ajedrez, certamen gastronómico o bertso-bazkaria. Más aún cuando se cumplieron los pronósticos meteorológicos y el sofoco comenzó a hacer sus estragos y la búsqueda de agua donde refrescar- se se convirtió en una necesidad de primer orden.

A media tarde, era más que evidente que el plante había sido un éxito, con menos gente en las calles. «No hay fiestas», comentaba un paseante. Al mediodía, ante el Ayuntamiento, sus promotores subrayaron que su objetivo era que la ciudadanía advirtiera el peligro de perder un modelo festivo reconocido internacionalmente. «Un día sin fiestas, para que no se queden todos los días sin fiestas», remarcaron, antes de quitarse las camisetas multicolores que portaban para dejar a la vista otra negra con el lema «Aste Nagusia defendatuz».

A pesar de que el negro marcó la jornada, como ocurrió en el arranque festivo del sábado, quisieron dejar claro que su mensaje era positivo «y mirando hacia delante, seguimos comprometiéndonos a trabajar en defensa de las fiestas, seguimos lanzando un mensaje de diálogo, para poder abordar con alegría las próximas fiestas de 2011, para que las próximas no sean especiales, sino mundiales, excepcionales».

Pero el colorido de las camisetas comparseras había perdido intensidad en el corazón de Aste Nagusia desde primera hora y tan sólo se detectaba en el cortejo con destino al Hospital de Basurto a bordo de un tren txu-txu. Hasta el centenario com- plejo sanitario se desplazó al mediodía, como cada año, un nutrido séquito encabezado por Marijaia, la txupinera y el pregonero, Isidro Elezgarai, al que en los últimos años, por aquello de su declarado protagonismo mediático, se ha sumado el alcalde, Iñaki Azkuna, dispuesto a saludar a sus antiguos subordinados y compañeros.

Ayer tampoco faltó, aunque lo suyo fue llegar, saludar y marchar, no sin antes anunciar, a través de la responsable de prensa municipal, que no tenía nada que decir acerca del plante de Bilboko Konpartsak. Hoy se aventuró igual tiene algo que decir sobre el tema.

No hicieron lo mismo los componentes de Pinpilinpauxa, Arraiñak, Txinbotarrak, Txori Barrote, Kaskagorri, Aixeberri, Eguzkizaleak, Hontzak, Komantxe, Satorrak o Moskotarrak, por citar a algunos de los componentes de la representación comparsera que estuvieron presentes en la actuación que el Gran Circo Mundial ofreció a los pequeños internados en el pabellón San Pelayo, en colaboración con los feriantes instalados en el parque de Etxebarria.

Por espacio de cerca de una hora, tras el preceptivo txupin de Irazabal, los txikis pudieron disfrutar de los «feroces mágicos» de Chicharrín, un payaso mexicano; los saltos en cama elástica de Los Piratas del Caribe; la magia del bilbaino Magic Polo, que también se atrevió con un imponente tigre blanco; el manejo de Richard Fallony con dos amenazantes cocodrilos, llegando a meter su cabeza en las mandíbulas de uno de ellos; los checos de la Troupe Faltyny sobre sus monociclos; la parodia de campanas del clown Carletto; o los solos de trompeta del payaso Totti Alexis.

«Azkuna» con las comparsas

Tras hacer ese pequeño inciso en su plante, justificado por la naturaleza y destinatarios de la iniciativa, las decenas de comparseros de Basurto se convirtieron en centenares ante la Casa Consistorial, dispuestos a aclarar el origen del plante. Ya lo habían declarado en ocasiones anteriores, al objeto de salir al paso de intoxicaciones impulsados desde el propio Ayuntamiento, acompañadas de declaraciones altisonantes del con- sejero de Interior de Lakua.

La sorpresa saltó cuando junto a los concentrados apareció un «Azkuna» rejuvenecido, rodeado de dos guardaespaldas y siete militares que plantaron una señal de prohibido cerca de las escalinatas. «No se puede grabar, el alcalde ha dicho que no se puede grabar. Lo ha dicho y punto», manifestaban quienes «protegían» al supuesto alcalde.

Entonces, tres de los comparseros que componen la Comisión Mixta de Fiestas se quedaron en ropa interior, como el pasado sábado, minutos antes del txupinazo, cuando agentes de la Policía Municipal, «por órdenes superiores», impidieron que comparseros de Txori Barrote y Kaskagorri, así como cualquier persona que portara símbolos en favor de los derechos de los presos políticos vascos o fotografías de éstos, accedieran al Arriaga. Entonces, se llegaron a cachear los carritos de comparseros bebés de sólo cuatro meses que disponían de un permiso especial.

Ayer, algunas de las personas que presenciaron los hechos en el interior del teatro lo recordaban con amargura, más al ver que los concejales miraban para otro lado «como si no los conocieran. Nos demostraron su cobardía y su catadura moral». En la performance, un narrador incidió en que «lo vivido este sábado nos deja claro que el Ayuntamiento quiere dar otro paso más: intentar que las comparsas no participemos en el txupin».

A partir de ahí, rememoraron los hitos de Aste Nagusia desde 1978 y cómo es «modelo de participación entre los modelos. Tras años de oscuridad, la participación ciudadana cogió las riendas, y la alegría se abrió camino a raudales. Unas fiestas que surgieron del pueblo para el pueblo». No faltaron las referencias a los constantes ataques para limitar la participación ciudadana, «incluso llegando a hacerla desaparecer». «La fiesta -añadieron- no se puede entender sin libertad, sin la bula que ofrece Marijaia desde que sale desde el balcón hasta que con su fuego nos llama a participar otro año».

Lo que calificaron de funcionamiento «inoperante» de la Comisión lo achacaron a un objetivo claro: «Acabar con la fortaleza de las comparsas, domesticar el soplo de aire fresco que surge del movimiento popular, controlar las ideas, controlar la disidencia». Como si estuviese programado, mientras los pasajeros de un bus turístico, cámara en ristre, convertían la protesta en imagen de sus vacacio- nes, Bilboko Konpartsak denunció que «en este escaparate moderno del Bilbao del siglo XXI no caben los modelos de libertad del 78, no vaya a ser que tras respirar aire puro, nos quejemos de forma divertida, socarrona, y como no, chirene».