La hipocresía empapa en muchas ocasiones el discurso político. No es nuevo. Ahora la polémica empapada de hipocresía se centra en el pago del rescate por los tres cooperantes catalanes secuestrados, al parecer, por una célula de Al Qaeda, y apenas unas horas después del festejo unánime por su liberación, se ha desatado un debate que promete.

Ayer el editorialista de «El Mundo» se hacía eco de las críticas del presidente francés, Nicolas Sarkozy, al Gobierno español por haber accedido al pago y, decía el escriba de Pedro J. Ramírez, que «las manifestaciones de Sarkozy tienen un plus de legitimidad por provenir de quien, con su política antiterrorista y colaboración con las autoridades españolas, ha permitido levantar un muro contra el que podemos empujar a los etarras». Ya empezamos, como dice el dicho, a mezclar churras con merinas.

El editorialista aprovecha la conmoción hispana por la muerte de dos guardias civiles y un traductor para arrimar el ascua a su sardina: «Resulta contradictorio, por otra parte, combatir a Al Qaeda en Afganistán, arriesgándonos a sufrir bajas como las de dos guardias civiles y su traductor, mientras negociamos con la franquicia magrebí de ese grupo terrorista en el Sahel». E insiste en el manido argumento de que «los fondos pagados animan a cometer nuevos crímenes y serán empleados para comprar armamento con el que seguir atentando». No le falta mucho para recordar al Gobierno de ZP que «además el Código Penal tipifica el pago del rescate como una forma de colaboración con el terrorismo». ¡Pues que se ponga en marcha la Fiscalía!

Pero como tampoco se atreve a pedir que el Gobierno abandonara a su mala suerte a los cooperantes, el de Ramírez se zambulle en la hipocresía: «Es posible que el Gobierno español no tuviera otra opción en el caso de Vilalta y Pascual (...). En cualquier caso, lo que no se puede hacer es presumir de haber realizado un buen trabajo, como ayer hizo la secretaria de Estado de Cooperación Internacional, porque hacerlo significa asumir que el fin que todos deseábamos justifica los medios: la cesión al chantaje. Lo mejor habría sido guardar un prudente silencio». O sea, hacer y no decir.