Represión e impunidad en El sahara ocupado entre la ignorancia y la indiferencia del mundo
Las continuas detenciones y maltratos por parte de la Policía marroquí hacia la población saharaui en el Sahara ocupado hacen de ésta una tierra donde nadie está a salvo de la impunidad con la que las autoridades ocupantes actúan para acallar las voces de todos aquellos que pretenden denunciar la situación de vuleración de derechos en este territorio.
Itziar MENDIZABAL
Emakumeak Garapenerako Elkarlean
La represión salvaje que el régimen marroquí ejerce sobre el pueblo saharaui en su propia tierra es una constante en El Aaiun ocupado del Sahara Occidental. El maltrato brutal en plena calle y la posterior detención de Bucharaya El Moussawi por la Policía el 14 de agosto es otro ejemplo de la cruel represión marroquí en los territorios ocupados.
Bucharaya El Moussawi se dirigía de El Aaiun a la playa con unos amigos, a las afueras de la ciudad, cuando sin motivo fue agredido y detenido por la Policía, cuyos efectivos amenazaron a sus familiares con el arresto cuando acudieron a comisaría a informarse. Bucharaya es hijo de Daida El Moussawi, conocido activista saharaui por los derechos humanos, que ha sufrido largos periodos de cárcel y múltiples torturas por reivindicar de modo pacifico el derecho de su pueblo a la autodeterminación. Al conocerse la detención, en su barrio de Mataalah, tristemente famoso por el acoso y la represión sistemática, y escenario de la intifada saharaui entre 2005 y 2008, una manifestación espontánea y pacífica por su liberación fue brutalmente reprimida por la Policía, que golpeó a personas y destrozó puertas y ventanas de las viviendas saharauis.
Por desgracia, no es un caso aislado. Las agresiones de las autoridades marroquíes se producen casi a diario con el objetivo de que la población saharaui deje de reivindicar sus derechos como pueblo y como personas, algo que no están consiguiendo. Al contrario, esta cruel represión del pretendidamente democrático Gobierno marroquí, reafirma a los saharauis en la defensa de su causa, por la que están dispuestos a entregar su vida.
Las noticias que llegan de los territorios ocupados del Sahara Occidental no sorprenden, pero sí lo hace el desconocimiento sobre la situación que vive el pueblo saharaui a ambos lados del Muro de la Vergüenza construido por Marruecos, ya sea en la más absoluta penuria en los campamentos de refugiados de Tinduf o recluida en una gran cárcel en la que Rabat actúa impunemente del modo más brutal.
Un grupo de observadores extranjeros fue agredido por la Policía marroquí en El Aaiun la madrugada del 23 de agosto, cuando acudió a recibir a Hmad Hammad y otros activistas saharauis que regresaban de una conferencia sobre derechos humanos en la Uni- versidad de Verano de Boumerdass, Argelia. A los pocos segundos de poner Hammad el pie fuera del coche policías de paisano cargaron junto su casa. «Nos pegaron con porras, nos dieron puñetazos y patadas, nos empujaron, nos tiraron al suelo y nos escupieron», relatan. Una agresión que dejó cuatro personas heridas, entre ellas el propio Hammad y el mexicano Antonio Velásquez.
Al día siguiente el joven Ahmed Salek Latrash fue agredido y secuestrado en plena calle Lafzeit, en El Aaiun, donde hubo protestas y enfrentamientos contra la actuación policial dirigida por el tristemente conocido torturador El Azua. Éste obligó a Latrash a subir al vehículo policial a golpes, un mal trato que siguió en comisaría. El joven, inculpado por portar un arma blanca y en libertad con cargos, explicó que los agentes rompieron varios palos con los que le golpearon en la cabeza.
El día 26 hubo fuertes enfrentamientos entre los agentes del majzen marroquí en los barrios Casa Piedra y Maatalah, donde vive la mayoría de familias saharauis, coincidiendo con la hora en que se rompe el ayuno de Ramadán. Según relata Hammad, desde primeras horas, fuerzas auxiliares, agentes del majzen y policía marroquí arremetieron contra los transeúntes hasta la hora de volver a comenzar el ayuno del Ramadan. Estas protestas pacíficas tienen lugar después de cada desayuno de Ramadán y son la respuesta a las últimas actuaciones brutales de la Policía.
Pasividad que alimenta el acoso
La pasividad internacional ante el acoso marroquí contra la población civil saharaui y los observadores internacionales de derechos humanos está dando alas al régimen alauí para proseguir su escalada de terror.
Es especialmente vergonzoso el silencio del Gobierno español y de sus medios afines cuando es responsable directo de la situación que vive el pueblo saharaui por abandonar el Sahara Occidental en 1975 sin descolonizarlo, como era su obligación. El territorio quedó a mereced del ambicioso Reino de Marruecos, que lo ocupó a sangre y fuego y allí sigue, incumpliendo la legalidad internacional y las innumerables resoluciones de la ONU. Mientras el ministro español de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, estaba en Rabat adulando a su homólogo marroquí a raíz de los problemas en Melilla, a sólo mil kilómetros, El Aaiun se despertaba tras una noche más de violencia gratuita por parte de Marruecos, que ejerce de soberano en territorio saharaui.
Igual de grave es la actuación de la Minurso (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental) que eludió hacerse cargo de la situación de riesgo de los extranjeros agredidos y de las violaciones de derechos humanos de la población saharaui arguyendo no tener competencia en «la vigilancia y la denuncia de la violación de derechos humanos en los territorios ocupados del Sahara Occidental». Hace tiempo que la Minurso sobre en los territorios ocupados y en los campamentos de la hamada argelina.
El Aaiun, siempre una gran comisaría para la población saharaui, se ha transformado en un cuartel militar donde se asedia a los observadores extranjeros y donde los servicios secretos marroquíes han aumentado su acoso contra todos los transeúntes.
Pero la población saharaui necesita urgentemente personas de otros países que actúen como observadores en relación a los derechos humanos, o más bien como testigos de su violación por el régimen marroquí, ya que no existe ningún organismo que lo denuncie y defienda a los saharauis. Son su único escudo de protección.
La población saharaui necesita observadores extranjeros que actúen como testigos de la violación de los derechos humanos. Son su único escudo de protección.