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Raimundo Fitero

Los profesionales

Del vídeo emitido por las televisiones en las que se ve y escucha a un portavoz de los treinta y tres mineros atrapados en el yacimiento San José en el norte de Chile, un reiterado concepto salta por encima de todas las circunstancias trágicas que rodea a este suceso y es que con tono firme, uno diría que optimista, su salvación o su capacidad de resistencia la basa el portavoz, además de en lo que se está haciendo en el exterior, en la calidad profesional de los retenidos. Repite una y otra vez que allí, abajo, en ese lugar a setecientos metros de profundidad, todo funciona porque hay «grandes profesionales», y señala que son electricistas, carpinteros y otros oficios básicos que deben ayudar con su profesionalidad a conseguir la salida a la superficie. Yo diría que esencialmente, ese hombre, lo que muestra es orgullo de clase. Se siente minero que atraviesa un contratiempo profesional. No recurre a otras lamentaciones ni apuesta por milagros. Saben, o intuyen, que les salvará la profesionalidad de todos.

Estos profesionales trabajan allí, abajo, lejos, pero son noticia aquí, en el globo terráqueo porque existe comunicación, traspaso de noticias y de productos de supervivencia. Y en las noticias que nos llegan destaca que les están haciendo llegar »sustitutos de la nicotina», además de otros medicamentos que pueden ser suministrados, aunque sea inyectados, gracias a que otro profesional tuvo un familiar diabético al que cuidó.

El exterior del yacimiento es un campamento de la esperanza y la reivindicación, un foco de resistencia moral. Una explotación minera cerrada por graves problemas anteriores, recientemente abierta que vuelve a sufrir un accidente de estas características, suena a responsabilidad empresarial. Ver llegar tuneladoras en convoy de camiones descomunales, es asistir a una secuencia de una producción cinematográfica. Ver a los políticos presentes en la explotación es la constatación de dos realidades, la de los profesionales atrapados, luchadores, vindicativos, y la de los gobernantes, fotogénicos voceros de sus incapacidades. Son meses de dura lucha. Los profesionales merecen salir sanos y salvos.

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