Raimundo Fitero
Tentempié
Cerrado el ciclo festivo capitalino, la angustia del retorno empieza a notarse en la selección de noticias. Acostumbrados a escuchar a los oráculos deportivos, en su actual intercambio de estudios y anunciantes, formando más ruido que nunca, intentando tomar un protagonismo que no tienen, ni tendrán. Pero es la curia la que intenta aportarnos motivos para la obviedad revelada. Dice Mario Iceta: «la fe es compatible con el nacionalismo». Silencio. ¿Cuál era el concepto básico? Ya está: nacional-catolicismo español. Es decir el nuevo obispo de Bilbao no está ofreciendo una abrazo a los nacionalistas vascos, sino que está justificando su propia adscripción. Los nacionalistas españoles, son católicos de los auténticos, de los de Santiago y cierra España, los que llevaban bajo palio al patas cortas, los de siempre. Y los nombramientos romanos de los últimos tiempos vienen en esta dirección, están en la nueva cruzada de españolizar a los vascos, y en las iglesias, encuentran un terreno abonado.
Pero lo que nos ha dejado con el cuerpo en adobo, es que en Berlín se ha abierto un restaurante brasileño que asegura ofrece una supuesta gastronomía indígena del Amazonas, y para ello está pidiendo colaboración, o sea, donantes. Sí, se debe entender que ofrecen cocina caníbal, y lo que buscan, uno se imagina, son donantes, que además de ofrecer sus vísceras vitales para los trasplantes, vendan sus lomos, sus costillas, al restaurante. O es una mentira promocional difundida inocentemente por los medios o estamos ante un gran dilema.
Con todas las prevenciones de este tipo de noticias que van convirtiéndose en algo más impresionante conforme quien la transmite va añadiendo alguna cuestión propia, lo cierto es que estaríamos de nuevo en una situación extraordinaria. ¿Gastronomía, cultura? Y más allá, ¿está prohibido, es pecado, éticamente qué sucede? Y un poco más, ¿quién certificada la denominación de origen, la autenticidad? Y más todavía, ¿no puede propiciar un mercado negro, unos criaderos clandestinos? ¡Qué miedo! ¿Me pone un tentempié de pies de ministro? La verdad sea dicha, cuesta creerlo, pero estamos tan locos que hasta puede ser verosímil.