RAIMUNDO FITERO
Campañas institucionales
La hipocresía se debe diluir muy bien en ciertas latitudes, por eso los actuales gobernantes rusos se han quitado las caretas, han resuelto dejar de ser hipócritas y están lanzando una magnífica campaña para recaudar más impuestos: incitar a beber y fumar más, porque son las actividades más gravadas fiscalmente, y en estos momentos una excelente manera para aumentar mucho más los ingresos en sus arcas. Los gobiernos que nos aprietan por aquí cerca, hacen lo contrario, siguiendo sus ancestros seminaristas, prohíben, pero lo venden ellos mismos o lo propician. Dicen que el tabaco mata, que el alcohol es perjudicial para al salud, pero lo dejan circular de manera fluida porque llevan esas etiquetas fiscales que les ayudan a mantener su nivel de gasto.
Lo que a uno le gustaría es ver, en paralelo, las campañas de prevención de accidentes de automóviles, del cáncer o de otras enfermedades, en el caso de que las autoridades rusas estén tan preocupadas por meterse en la salud de sus ciudadanos como al parecer están las que a nosotros nos asfixian. Por cierto, y antes de que se nos escape de rositas, ese gran faltón llamado Jesús Neira, famoso personaje televisivo de la caverna, a sueldo de Esperanza Agirre, ha sido detenido sobrepasando los límites de alcoholemia. El que aparece saliendo de los juicios entubado, el que lleva pistola, porque sí, está listo para encabezar una campaña pagada por Gürtel.
Pero si alguna campaña me deja anonadado es la que en se emite por esa televisión bolivariana, Telesur, la cadena que les conté tenía una sección de análisis internacional realmente importante, y está dedicada a la libertad de expresión. Los anuncios son, para entendernos, tipo DGT, pero se ven familias en su salón de estar, o jóvenes leyendo la prensa o escuchando la radio. Y el eslogan es “Libertad de expresión, SÍ – Libertad de agresión, NO”. La traducción sería más o menos: libertad de expresión, pero limitada. Lo de las agresiones desde una editorial, una columna o una tertulia radiofónica o televisiva, deberían estar protegidas desde el código civil y no desde una ley de prensa, que sea donde sea, siempre amordaza.