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Un fuerte seísmo causa graves daños materiales en el sur de Nueva Zelanda

El Gobierno de Nueva Zelanda declaró ayer el estado de emergencia e impuso el toque de queda en la ciudad de Christchurch tras el fuerte terremoto de 7,2 grados de magnitud en la escala de Richter que causó importantes daños materiales en infraestructuras públicas y edificios y dos heridos graves en el sur del país. «Los daños son increíblemente aterradores. Lo único que uno puede decir es que es un milagro que nadie perdiera la vida», declaró el primer ministro, John Key.

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Un violento terremoto de 7,2 grados de intensidad causó enormes daños materiales ayer en Christchurch, la segunda ciudad de Nueva Zelanda, en la isla del Sur, y las autoridades, que decretaron el estado de emergencia y el toque de queda, indicaron que fue una «gran suerte» que no se registrasen víctimas mortales.

De acuerdo con los cálculos iniciales, se produjeron daños estimados en unos 2.000 millones de dólares neozelandeses (unos 1.120 millones de euros). Se derrumbaron edificios, algunos puentes están impracticables, el suministro de energía eléctrica quedó interrumpido y los conductos de agua, gas y alcantarillado se rompieron.

Los vecinos aterrorizados abandonaron sus hogares para descubrir que las calles estaban cubiertas de vidrios rotos y escombros, aunque pese a la gravedad de los destrozos, sólo dos personas sufrieron heridas graves en esta ciudad de unos 340.000 habitantes.

El terremoto tuvo lugar de madrugada y no había apenas gente en la calle cuando las fachadas de los inmuebles se derrumbaban, aplastando a los automóviles estacionados y cubriendo las calles con vidrios rotos y escombros.

Como gelatina

Las paredes de las casas de Christchurch «temblaban como si fueran gelatina», relataron sus habitantes.

El director de una escuela que se encuentra cerca del epicentro del sismo, Markham McMullen, señaló a AFP haber tenido la impresión de que un tren se había dado contra su casa y la había sacudido tanto que él y su mujer se cayeron de la cama.

«Fue espantoso. Sacamos a nuestra hija de su dormitorio y nos metimos abajo de la puerta de entrada. La televisión cruzó el cuarto volando (...). Teníamos los pelos de punta», afirmó.

Para Annette Stewart, que también vive en la zona de Darfield, «era como estar adentro de una lavadora enorme».

Los edificios más viejos fueron los más dañados, aplastando automóviles estacionados y cubriendo las calles con vidrios quebrados.

Las autoridades declararon el estado de emergencia y advirtieron a los habitantes de que no se acerquen a los edificios dañados por temor a nuevos derrumbes, ya que las réplicas continuaban sacudiendo Christchurch.

Su alcalde, Bob Parker, dijo estar «horrorizado por la magnitud de los daños». A pleno día era evidente que los destrozos eran mucho mayores de lo que se había creído inicialmente.

«Hemos decidido declarar el estado de emergencia en la ciudad. Así nos será un poco más fácil evacuar a la gente de los edificios si hace falta, y cortar las calles», anunció Parker.

«No debe haber una casa ni una familia en la ciudad que de alguna forma no haya sufrido daños personales o en su propiedad», afirmó. «Es como un iceberg. Bajo las líneas visibles, hay daños estructurales considerables», agregó.

Michele Hider, portavoz del Hospital de Christchurch, indicó que dos hombres de unos 50 años sufrieron heridas de gravedad. Uno, al derrumbarse una chimenea y el otro, por vidrios que cayeron sobre él.

La Policía acordonó el centro de la ciudad para evitar el saqueo de los negocios cuyas vitrinas resultaron rotas, señaló el inspector Mike Coleman. «Aquí hay daños considerables, y ya tenemos informes de saqueos. Las vitrinas de los comercios están rotas y naturalmente es fácil robar».

Pocas horas después del terremoto, las rutas de los suburbios de la costa estaban llenas de automóviles, porque los residentes se dirigían tierra adentro, pero no se registró un tsunami.

Este movimiento telúrico, que se sintió en las islas del Sur y del Norte, fue el más destructor que se haya registrado en Nueva Zelanda desde ocurrido en la Bahía de Hawke en 1931, que se saldó con 256 muertos.

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