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Fede de los Ríos

El desamor en los católicos

Quizás los vástagos de las clases dirigentes, nada más nacer, sean portadores de genes que determinen su carácter al margen de la influencia ambiental. Nacen ya cabrones, como sus padres

Hay noticias que dejan el alma contrita y el ánimo tan apesadumbrado que arrojan a un sinvivir. ¿Qué les sucede últimamente a los católicos, esos modelos de comportamiento moral donde poder mirarnos el resto de los mortales? No hace mucho eran José Bono y Ana María Rodríguez los que rompían su juramento de fidelidad matrimonial. Ya saben, «lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre» y, mira tú por dónde, tan católicos ellos, los consuegros de Raphael, el más castizo de los socialistas españoles y la joyera socialista, partieron peras. ¿Qué dirán los obispos? ¿Callarán como cuando Francisco Álvarez-Cascos? ¿Harán mutis por el foro como cuando Elena de Borbón y Grecia, la más sencilla de las dos infantas, y el también sencillo aunque no Borbón Marichalar realizaran primero un cese temporal de la convivencia y un posterior divorcio? ¿O esgrimirán para con los poderosos el dogma?

«Si alguno dijere que la Iglesia se equivoca cuando enseñó y enseña que, conforme a la doctrina del Evangelio y los apóstoles, no se puede desatar el vínculo del matrimonio, por razón del adulterio de uno de los cónyuges... sea anatema».

Y ahora Yolanda Barcina, alcaldesa de la vieja Iruñea, nuestra Yoli, anuncia oficialmente, mediante un comunicado, su desamor con Pucho y el inicio de los trámites de separación y divorcio.

¡Qué tristeza, Dios mío! Después de que su relación marital, junto con otras parejas de la derecha más recalcitrante, nos fuese presentada al resto como modelo de convivencia en un libro del profesor de la Universidad de Navarra Gerardo Castillo. En la presentación del libro «Amor a fuego lento», José Javier Uranga Ollarra, ex director del «Diario de Navarra», afirmó que ««Amor a fuego lento» es un escaparate de señores y señoras que convivimos o convivieron en sus orígenes a fuego vivo y después, a fuego lento, sin apagarse la brasa aunque sí la llamarada del amor». Parece ser que el fuego lento, de tan lento que era, al final apagose. Ya no disfrutarán juntos y en familia de los atardeceres en la casa escondida de Santander viendo el dulce revoloteo de las luciérnagas. Ni de la piscina del ático en Iruña que unos desaprensivos y envidiosos vecinos filoterroristas denunciaron como ilegal. ¡Una pena!

Lo que desconozco es el futuro de los niños y niñas de buena familia, es decir, de padres muy, muy, muy católicos de clase social alta separados. Me explicaré. Al decir de los obispos y demás individuos con similar inteligencia, la ausencia de alguno de los dos referentes (mamá/papá) en la educación de los impúberes pertenecientes al populacho produce en éstos desequilibrios emocionales que, unidos a lo que ellos llaman ideología de género, les abocan bien a la sodomía, bien al onanismo compulsivo, a la drogadicción, al fracaso escolar... en resumen, a la infelicidad y la anarquía. Quizás los vástagos de las clases dirigentes, nada más nacer, sean portadores de genes que determinen su carácter al margen de la influencia ambiental. Nacen ya cabrones, como sus padres.

Casada era la hostia. De alegre divorciada, miedo me da hasta pensarlo.

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