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VUELTA Octava etapa

Rojo de satisfacción

Igor Antón tira de puntómetro para colocarse por primera vez en su carrera el maillot de líder de la Vuelta.

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Amaia U, LASAGABASTER I

Se puede enrojecer de vergüenza, por la fiebre, de excitación, por exceso de playa, de rabia... Por todo eso y, desde hace algunos días, también porque uno es el mejor en la Vuelta. La última variante de enrojecimiento que ha probado Igor Antón y, posiblemente, la que más le ha gustado. Aunque la pelea por el liderato esté al rojo vivo y le vaya a suponer que todo su equipo acabe rojo por el esfuerzo que supondrá defender el primer puesto del vizcaino, con trece etapas por delante y unos cuantos rivales a tiro de piedra.

Alguno menos desde ayer, cuando el Xorret de Catí, además de confirmar a David Moncoutié como uno de los ciclistas más rentables del pelotón, redujo el número de favoritos a acabar en lo más alto del podio. Una imagen a la que el corredor de Euskaltel-Euskadi empieza a dar forma. Incluso con la contrarreloj de Peñafiel de por medio. Su mayor amenaza en el plano vallisoletano, Denis Menchov, fue ayer uno de los grandes perjudicados. Aunque aún no pueda darse por descartado, los más de tres minutos que cede en la general pueden pesar como el plomo en su ambición, satisfecha con el podio del Tour.

Más trabajo dará el resto. Empezando por Joaquim Rodríguez, que ayer rozó el liderato con la punta de los dedos. Lo habría conseguido si el jurado no hubiese decidido anular las bonificaciones de una meta volante como consecuencia de una montonera. También si Vincenzo Nibali, el tercero en discordia, no hubiera ejercido de puente en línea de meta entre el catalán y Antón, que acabó tirando de puntómetro para enfundarse el maillot rojo.

Carlos Sastre y Xavi Tondo completan el quinteto que alcanzó la meta de la mano, con ventajas respecto a sus rivales que fueron de los quince segundos de Urán o Bruseghin, al minuto largo de Luis León y Frank Schlek, otros dos a los que se les atragantaron las rampas del Xorret de Catí. Diferencias insuficientes, de todos modos, para perder el rol de candidatos. Sobre todo los hombres de Eusebio Unzue que, con cinco corredores potentes a menos de tres minutos del líder, pueden convertir su multicefalia en una amenaza aún mayor.

Sobre todo con etapas como la de hoy. 187 kilómetros entre Calpe y Alcoy que suenan a tumbona de playa, pero que apuntan a encerrona: siete puertos de pocos kilómetros y menos metros, pero con mucho ratonerío y sin ningún descanso en los ochenta últimos kilómetros. Así que es posible que los aventureros de ayer -Moncoutié, vencedor de etapa por tercer años consecutivo, y el incombustible José Luis Arrieta, junto a Serafín Martínez y Johann Tschopp- cedan el testigo a colegas de más nombre. Y que los Verdugo, Txurruka, Nieve -sensacional de nuevo ayer- tengan que aliarse con Katusha para que la pelea por el rojo no gane candidatos.

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