RWanda, uno de los pocos países en vías de lograr los Objetivos del Milenio
Rwanda es uno de los pocos países en proceso de reducir en dos tercios su mortalidad infantil, uno de los principales Objetivos del Milenio, metas de desarrollo socio-económico establecidas en el año 2000 por la Organización de Naciones Unidas.
Marta HURTADO I Efe
En tres semanas se celebrará en Nueva York una estratégica reunión en la que jefes de Estado de todo el mundo evaluarán los Objetivos del Milenio, las metas de desarrollo socio-económico marcadas en el 2000 por la ONU y que deben cumplirse antes del 2015.
Previsiblemente, muchos países suspenderán esta especie de examen, pero Rwanda destacará por sus excelentes perspectivas de crecimiento y desarrollo, y será un ejemplo en el área de la salud, específicamente en los logros en el Objetivo número 4: la reducción en dos tercios de la mortalidad infantil.
«Rwanda es uno de los pocos países de África que tiene la posibilidad real de lograr el Objetivo número 4. Tiene un excelente plan de acción y una sinergía envidiable, si no pasa nada, no hay razón para que no lo logre», explicó en una entrevista con la prensa internacional el senegalés Lamine Cissé Sarr, director en Rwanda de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Actualmente, 112 de cada 1.000 ruandeses mueren antes de cumplir los cinco años de edad; el objetivo marcado es que, antes de 2015, esta cifra se reduzca a 47 por cada 1.000 nacidos, algo que el responsable de la OMS cree «posible».
«Aún queda camino»
Esta opinión es matizada por la viceministra de Salud ruandesa, Agnes Binagwaho, quien asegura «que aún queda un largo camino por recorrer».
«Somos optimistas y creemos firmemente que podemos lograr nuestros objetivos. Tenemos que seguir trabajando en la misma dirección. La mortalidad materna e infantil es nuestra principal prioridad», explica la viceministra.
Por ahora, los datos hospitalarios lo confirman: menos consultas, menos hospitalizaciones, y menos muertes de menores, pero la ministra quiere datos globales, y es por ello que el Ministerio hará este año un estudio demográfico exhaustivo que demuestre los avances en salud infantil.
Con un carácter más optimista, el doctor Narcise Muganga, jefe de la Unidad de Pediatría del Hospital Universitario de Kigali, el centro de referencia del país, expone las estadísticas de la clínica para demostrar que los procesos de inmunización infantil han reducido drásticamente el número de pacientes.
Especialmente las vacunas que luchan contra los virus y las bacterias que causan neumonía, que cada año mata a 1,5 millones de menores en el mundo y es la enfermedad más mortífera entre los niños africanos. La principal causante de la neumonía es la bacteria del neumococo.
Se trata de una enfermedad evitable, sin embargo, los niños de países en vías de desarrollo tienen 89 veces más posibilidades de morir por esta enfermedad que los menores de los países ricos.
Rwanda introdujo hace ocho años en su sistema nacional de inmunización la vacuna de la Haemophilus influenzae tipo b (Hib) y en abril del pasado año se convirtió en el primer país en desarrollo del mundo en incluir la vacuna contra la bacteria del neumococo.
Esta última vacuna, que tiene el potencial de salvar la vida de 6.000 niños ruandeses, fue introducida gracias a una donación de la entidad público-privada Alianza Mundial para la Vacunación y la Inmunización (GAVI Alliance), de la que forman parte varios estados, la OMS, Unicef, la industria y donantes privados.
El programa funciona
«La tendencia que muestran los datos no nos deja dudas de que el programa está funcionando correctamente», afirma con seguridad Jorn Heldrup, responsable de África Oriental de GAVI. «No hay ningún país que haya logrado niveles de desarrollo razonables sin controlar la mortalidad infantil», recuerda.
El programa de inmunización ruandés alcanza al 95% de la población, algo óptimo y reconocido; no obstante, aún hay niños que contraen neumonía, como el caso de Yves Mulkanatori, de 3 años, paciente del hospital universitario.
«Para que puedan seguir respirando los tratamos simplemente con oxígeno. Existen máquinas para ello, pero nosotros no las tenemos», se lamenta el doctor Muganga.
Sin embargo, Heldrup señaló que el caso de Yves demuestra que «el sistema sanitario funciona» porque su madre, Clementine, lo llevó al centro comunitario, y desde allí fue transferido al hospital local que finalmente lo derivó al hospital especializado.
La otra cara de la moneda es que parte de los pulmones de Yves están llenos de agua y el hospital no cuenta con el aparato para extraerla, por lo que tendría que ser la familia quien pagase los 40 dólares que cuesta, una suma enorme para un hogar medio ruandés.
«Medicinas no nos faltan, pero el material, muy a menudo sí. La madre, obviamente, no puede pagar el aparato, con lo que ya se ha organizado una recogida de fondos entre los médicos», relata el doctor Florent Rutagarama.