Maite Ubiria Periodista
Abriendo caminos, cerrando trincheras
Los partidos, agentes y ciudadanos que han impulsado la que estaba llamada a ser la primera gran movilización tras la confirmación por ETA de la suspensión de sus acciones armadas ofensivas han optado por responder con serenidad al ataque de nervios que la iniciativa Adierazi EH ha provocado en los puestos de mando de la Audiencia Nacional española.
El Estado se ha parapetado primero en el inverosímil discurso del nada ha cambiado, para esgrimir de inmediato el rostro enjuto del verdugo. Enmascarado, como tantas otras veces, en una raída toga, ha asestado un nuevo y sonoro mazazo a los derechos civiles y políticos en Euskal Herria.
Con la vista enterrada en la trinchera, enarbola Zapatero la bandera de la desconfianza, como si a la vista de su inacción pudiera existir, de partida, otra cosa que recelo. Aquél que ejerce el poder debería estar capacitado para describir soluciones ya que la descripción de los problemas es un ejercicio al alcance de cualquiera de nosotros. Moncloa, con el crédito interno prácticamente agotado, se suma a la loca carrera por detener el tiempo, mientras en la esfera internacional, desde distintas tribunas de opinión, los observadores mas inquietos y hasta los menos sospechosos de comulgar con la estrategia independentista vasca, no ocultan ya su perplejidad ante la falta de liderazgo de un Gobierno y la pobre ambición de un Estado que es incapaz de marcar pautas creíbles de cara a un escenario en el que todo apunta a movimientos en cadena, en todos los ámbitos, en distintas direcciones.
Los cambios serenos, estratégicos, se dibujan ya. Se siluetean a través de acuerdos entre partidos, antes en Bilbo ahora en Iruñea, pero también con las denuncias cada vez mas amplias y plurales sobre la baja calidad de una democracia formal de maneras tan toscas, y con la agudización de un sentimiento ciudadano de rechazo activo hacia un Estado borracho de excusas, anémico de propuestas y desvergonzado a la hora de exponer ante la sociedad vasca y el mundo que le observa su predilección por la imposición violenta.
Tenían miedo a un fotograma de país en marcha por una paz justa. Pero no faltarán, a poco, mejores ocasiones de sumar imágenes con las que aclarar el horizonte. Que se queden vociferando en su trinchera, que este pueblo seguirá abriendo caminos. Por sí mismo y contra nadie.