Crónica | Desde el Sagrado Corazón
La provocación policial no emborronó la respuesta social
La provocación policial no logró emborronar la ordenada respuesta que cientos de ciudadanos dieron en plena Gran Vía a la prohibición de la marcha en favor de la libertad de expresión, que había sido desconvocada unas pocas horas antes. El centro de Bilbo estuvo tomado por decenas de ertzainas y cientos de vascos que no se resignaron a no reivindicar sus derechos básicos.
Agustín GOIKOETXEA
Para las 17.15, hora en la que estaba prevista la manifestación desconvocada pocas horas antes por sus promotores, la plaza del Sagrado Corazón y la bilbaina Gran Vía se encontraban tomadas por tierra por dotaciones de la Ertzaintza, que desde el aire vigilaba con el helicóptero. También se veían caras conocidas de los agentes políticos, sociales y sindicales que habían llamado inicialmente a la movilización y que acudieron allí para evitar posibles enfrentamientos que pudieran empañar el trabajo por los derechos civiles que han iniciado y van a desarrollar. A su cabeza, el ex consejero de Lakua Sabin Intxaurraga, rodeado de cámaras de televisión y fotógrafos, y acompañado por representantes de su partido, la izquierda abertzale, Ara- lar, Alternatiba y Lokarri.
Para entonces, grupos de personas se mantenían a la expectación, sorprendidas por el despliegue policial y mediático. El grupo de Intxaurraga echó andar por la Gran Vía, en dirección a los Jardines de Albia, y tras él la comitiva de periodistas. Su actitud llevó a hacer lo propio a quienes aguardan en las aceras a algún movimiento.
Para cuando la columna alcanzaba la plaza Moyúa, era destacable el número de ciudadanos que la componían, lo que llamó la atención del resto de traseúntes que a esas horas paseaban por el centro del Botxo, sorprendidos por la escena y por los logotipos de Adierazi EH que portaban unos jóvenes. A la par que la columna avanzaba, lo hacía el dispositivo desplegado por el Departamento que dirige Rodolfo Ares.
Todo transcurría con absoluta tranquilidad, si exceptuamos las carreras de cámaras y fotógrafos por obtener en buen plano, hasta que cuatro furgonetas policiales realizaron un giro brusco a la altura del palacio de la Diputación entre el ulular de sus sirenas. De los vehículos bajaron agentes pertrechados con material antidisturbios, lo que provocó el nerviosismo de quienes circulaban por las aceras y gritos de «Aurrera», «Goazen» y «Adierazpen askatasuna». Para entonces, un hombre levantaba los brazos ante la presencia de los policías armados, lo que no impidió que fuera zarandeado, antes de ser retenido y puesto contra una furgoneta.
La tensión alcanzó su momento álgido y provocó que Intxaurraga y otros volviesen sobre sus pasos para interesarse por la suerte de esta persona que luego, según la propia Ertzaintza, fue acusada de «insultar» a los agentes.
También se trató de mediar para que los beltzas no cerrasen el paso en plena Gran Vía, pero de nada sirvió. La nutrida columna tenía ya un nuevo destino: el Kafe Antzokia.