«Gracias a vosotros, patrocinadores, socios y aficionados, lo volveremos a hacer con todas las fuerzas que nos quedan, con toda la ilusión, para acabar esta Vuelta como vosotros nos habéis enseñado, como nuestros compañeros se merecen: con la cabeza bien alta». Así concluía la carta abierta que remitían los corredores de Euskaltel-Euskadi en la mañana de ayer, como agradecimiento a todos los apoyos recibidos en unos días «muy, muy duros», y en la que prometían seguir «hasta Madrid con otros objetivos, otros retos, otras ilusiones».

Y como el destino no siempre es cruel, el orgullo, el trabajo y la valentía de la formación naranja se vieron recompensados. Los corredores de Gorka Gerrikagoitia, como habían prometido, se rehicieron para firmar una actuación sensacional, culminada por Mikel Nieve. El navarro, una de las revelaciones de esta Vuelta, se adjudicó en solitario la etapa reina, lo que además le sitúa a sólo siete segundos del «top ten», premiando el trabajo de sus compañeros a lo largo de los 181 kilómetros entre Gijón y el alto inédito de Cotobello. El desfallecimiento de Vincenzo Nibali, el relevo en el liderato o la aparición en escena de Frank Schleck también reclaman, merecidamente, su cota de protagonismo. Pero, pese a la competencia, la Vuelta se rindió ayer a los pies de Euskaltel.

Y lo habría hecho incluso sin el envoltorio sentimental, porque el trabajo del equipo vasco fue sencillamente sensacional. En la etapa reina, aún más endurecida por la velocidad y los ataques constantes, y con muchos corredores interesados en probar de lejos para rascar algo más que un puñado de segundos, Euskaltel trazó un plan ambicioso. Y le salió a la perfección.

Se metió Juanjo Oroz en la fuga del día junto a otra decena de corredores y saltaron poco después Amets Txurruka y Mikel Nieve. Fueron recortando distancias con la cabeza, mientras en el pelotón Liquigas tiraba de calculadora y alianzas. En la ascensión a San Lorenzo, Oroz esperó y el trío naranja no tardó demasiado en atrapar a los hombres que marcaban el ritmo de carrera. Extenuado el de Berrioplano en las primeras rampas de La Cobertoria, llegó el turno de Txurruka. Por fortuna, Luis León Sánchez, Tom Peterson y Kevin de Weert no dejaron toda la responsabilidad en manos del dúo anaranjado. Su colaboración fue fundamental para que la fuga llegase con casi tres minutos de ventaja sobre el pelotón al pie de Cotobello.

Llegaba el turno de Mikel Nieve y el de Leitza no desmereció a sus compañeros. Un par de rampas, ataque y apenas Luis León pudo seguirle durante algunos metros. Comenzaba su particular contrarreloj.

Tampoco andaban quietos por detrás. En la Cobertoria, la limpia de Fabian Cancellara había precedido al ataque infructuoso de Frank Schleck. En el último puerto, el luxemburgués volvió a probar, alternando con Carlos Sastre y amenazando con matar de un infarto a los espectadores que seguían, cronómetro en mano, la ascensión de Nieve. Pero el navarro mantuvo el ritmo y todavía le sobró un minuto largo para levantar los brazos en línea de meta y celebrar el quinto triunfo vasco de esta edición de la Vuelta.

Ya con el de Euskaltel enfilando al podio, llegó el turno de los gallos. Vincenzo Nibali tuvo la fortuna de contar con un Roman Kreuziger sensacional; y el infortunio de que el checo reventase en el tramo más duro. Poco menos de un kilómetro, que permitió saltar a Ezequiel Mosquera y Joaquim Rodríguez, nuevo líder de la prueba.

El desfallecimiento de Canibali le deja a medio minuto del catalán y más trabajo del esperado en la contrarreloj que, mañana, reanudará la Vuelta tras la jornada de descanso.