Al comentar una franquicia, es mejor empezar por el final, puesto que es ahí donde se ve el sentido de continuidad de toda saga que se precie. La cuarta entrega de “Resident Evil, acaba presentando a una nueva y exuberante villana, enfundada en cuero rojo para servir en el futuro como antagonista a la estelar Milla Jovovich, que viste de un negro menos aparatoso en cuanto a formas femeninas. Esa mala mujer lidera el inagotable ejército de la corporación Umbrella resurgido de sus cenizas, con lo que de nada ha servido todo el episodio recién estrenado y la inútil muerte en el mismo del malvado jefe de la siniestra compañía, un tal Wesker.
Así que vuelta a empezar, porque hay que seguir facturando y ese desenlace abierto permite rodar otra trilogía más. “Ultratumba” no es, en consecuencia, sino una película puente para enlazar con el siguiente ciclo. Junto a dicho cometido funcional, este cuarto título sirve para introducir el sistema 3D con la intención de que haga aumentar las ganancias gracias al incremento en el precio de las entradas.

«Resident Evil: Ultratumba» toma el relevo de «Avatar», ya que, siguiendo los consejos de James Cameron, ha sido enteramente filmada en 3D con cámaras estereoscópicas. Debo ser ciego, porque sigo sin percibir las excelencias de la tan promocionada tecnología. En lo meramente visual, las escenas carecen de auténtica profundidad, sin que pasen de presentar una mera superposición de elementos en el cuadro con respecto a la perspectiva del público. Además, la realización del creador de la serie, Paul W.S. Anderson, abusa del recurso que los hermanos Wachowski bautizaron para «Matrix» con el nombre de bullet-time, ralentizando la imagen y reduciendo con ello el efecto sorpresa del lanzamiento de objetos al rostro del espectador. Tampoco ayuda a ponerse en la posición del usuario del videojuego original, representada por la protagonista que va matando hordas de infectados, con secuencias que se suceden a modo de pantallas de juego.